En pocos trazos
Noviembre – diciembre 2014

Dejarse consolar por el Señor
Por José Rico Pavés, Obispo auxiliar de Getafe

El tiempo litúrgico de Adviento nos ha vuelto a traer con vitalidad nueva la exhortación del profeta Isaías: “‘Consolad, consolad a mi pueblo’, dice el Señor” (Is 40, 1). Refiriéndose a estas palabras, el Papa Francisco ha invitado a difundir entre el pueblo este mensaje de esperanza. Hay que dejar espacio a la consolación que viene del Señor. Pero no podrá ser mensajero del consuelo de Dios quien no haya experimentado antes la alegría de ser consolado y amado por Él. El mundo necesita hoy testigos de la misericordia y de la ternura de Dios: “Todos estamos llamados a consolar a nuestros hermanos, testimoniando que sólo Dios puede eliminar las causas de los dramas existenciales y espirituales”.

Las intervenciones del Santo Padre en el último mes, bien puede leerse como un ejercicio concreto de testimonio de la ternura de Dios. En este sentido han sido especialmente significativos los viajes del Papa a Estrasburgo y a Turquía. En el primero se ha dirigido al Consejo de Europa, recordando la intención de sus Padres fundadores de construir un espacio europeo de unidad, paz y defensa de la libertad y dignidad humana. Se ha dirigido también al Parlamento Europeo para dirigir un mensaje de esperanza y aliento, fundado en la dignidad y la trascendencia; reafirmando la centralidad de la persona humana, el Papa ha destacado la contribución que el cristianismo ha dejado en el pasado y la que pretende seguir dando en el futuro, una contribución que, lejos de ser un peligro para la laicidad de los Estados y para la independencia de las instituciones de la Unión, es un enriquecimiento.

En el viaje apostólico a Turquía, el Papa Francisco ha reconocido con agradecimiento la cordialidad y respeto de las autoridades; ha reafirmado la necesidad de que los Estados reconozcan la relevancia pública de la fe religiosa y garanticen a todos la libertad de culto; ha expresado el deseo de que cristianos y musulmanes trabajen juntos por la paz, la solidaridad y la convivencia pacífica; ha invocado al Espíritu Santo con los pastores y fieles de los distintos ritos católicos para que el Pueblo de Dios, en la diversidad de sus tradiciones, crezca en apertura y docilidad a su acción; ha firmado con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, una Declaración renovando el compromiso de proseguir el camino hacia la plena comunión entre católicos y ortodoxos. Cooperación con las autoridades civiles, diálogo y convivencia entre personas de distintas confesiones religiosas, promoción del diálogo ecuménico y oración con católicos de diferentes tradiciones son tareas que el Papa impulsa desde la propia experiencia del consuelo de Dios.

En Carta dirigida al Presidente del Pontificio Consejo para la Familia con ocasión del VIII Encuentro Mundial de las Familias que se celebrará en Filadelfia en septiembre de 2015, el Papa ha transmitido un mensaje de esperanza al glosar el tema elegido “El amor es nuestra misión. La familia plenamente viva” y recordar que “la misión de la familia cristiana, hoy como ayer, es anunciar al mundo, con la fuerza del Sacramento nupcial, el amor de Dios”. De este anuncio nace y se construye una familia viva, que pone el hogar del amor en el centro de todo su dinamismo humano y espiritual.

Las catequesis de las Audiencias generales de los miércoles han cerrado el ciclo dedicado a la Iglesia, con la exposición sobre la Jerusalén celeste hacia la que nos encaminamos, y antes de abrir un nuevo ciclo, el Papa ha querido aclarar algunos puntos importantes sobre la III Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, desarrollada el pasado mes de octubre, y sobre los tres únicos documentos ahí emanados que deben considerarse oficiales: la Relación final, el Mensaje a las familias, y el Discurso conclusivo del Santo Padre.

Finalmente, al comenzar el Año de la vida consagrada, el Papa ha invitado a todos los consagrados a mirar al pasado con gratitud, abrazar el presente con pasión y proyectar el futuro con esperanza. Dejarse consolar por el Señor es tarea central que exige de todos los hijos de la Iglesia experimentar la misericordia de Dios en todo tiempo y circunstancia.