Hola amigos: porque queremos tener razones para creer y motivos para la esperanza, estamos compartiendo “El Credo comentado por Benedicto XVI”, de entre su luminoso magisterio hoy responderemos a esta pregunta: ¿Qué es la fe?:

Se trata de una cuestión fundamental: ¿Tiene aún sentido la fe en un mundo donde ciencia y técnica han abierto horizontes hasta hace poco impensables? ¿Qué significa creer hoy? ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Qué nos espera tras la muerte?

De estas preguntas insuprimibles la fe nos dona precisamente esto: es un confiado entregarse a un «Tú» que es Dios, quien me da una certeza distinta, pero no menos sólida que la que me llega del cálculo exacto o de la ciencia.

La fe no es un simple asentimiento intelectual del hombre a las verdades particulares sobre Dios; es un acto con el que me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama. Esta adhesión a Dios no carece de contenidos: Dios mismo se ha mostrado a nosotros en Cristo; ha dado a ver su rostro y se ha hecho cercano.

La fe es creer en este amor de Dios que no decae frente a la maldad del hombre, frente al mal y la muerte. Tener fe, entonces, es encontrar a Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible que no sólo aspira a la eternidad, sino que la dona.

Así pues la fe es ante todo un don sobrenatural, un don de Dios. En la base de nuestro camino de fe está el bautismo, el sacramento que nos dona el Espíritu Santo, convirtiéndonos en hijos de Dios en Cristo, y marca la entrada en la comunidad de fe, en la Iglesia. Del bautismo en adelante cada creyente está llamado a revivir y hacer propia esta confesión de fe junto a los hermanos.

El Catecismo de la Iglesia católica lo dice con claridad: «Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre» (n. 154).

Creer es fiarse con toda libertad y con alegría del proyecto providencial de Dios sobre la historia. Así pues la fe es un asentimiento con el que nuestra mente y nuestro corazón dicen su «sí» a Dios, confesando que Jesús es el Señor. Y este «sí» transforma la vida, le abre el camino hacia una plenitud de significado, la hace nueva, rica de alegría y de esperanza fiable.

Nos encontramos la semana que viene para conocer más nuestra fe, la fe de la Iglesia, la fe que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús. Que Él les bendiga hoy y siempre!