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La Casa de Espiritualidad de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia Villa San Pablo, en Madrid, acogió el pasado fin de semana, del 23 al 26 de marzo, el Cursillo de Cristiandad número 129 de la Diócesis de Getafe en el que participaron casi una treintena de personas.

Los cursillistas estuvieron acompañados por el consiliario diocesano, Yago Fernández de Alarcón y la presidenta, Lourdes Barato que tuvieron palabras de aliento y bienvenida para ellos.

La clausura estuvo presidida por el vicario episcopal de Apostolado Seglar, Jaime Bertodano, que acudió en representación del obispo diocesano.

Bertodano quiso expresar a los asistentes su agradecimiento, animándoles a “permanecer fieles a Dios, a apegarse a la comunidad y a anunciar a Cristo, para que todos puedan experimentar los que vosotros habéis vivido aquí”.

Los nuevos cursillistas compartieron en sus testimonios cómo Dios se había manifestado a lo largo de ese fin de semana en sus vidas.

Una de ellas, Alejandra Ojeda, de Ciempozuelos, explicó que en su juventud había estado “coqueteando con otras ‘religiones’ y ‘movimientos espirituales’, pero siempre convencida de que hay un Dios que me ama y que me ha mantenido siempre a salvo hasta de mí misma”.

“Esta hija loca ha tenido una fe de sube y baja que está arriba cuando todo va bien y por los suelos cuando sopla el viento en contra. He llegado al cursillo después de una temporada con muchas dificultades que me tenían sombría y con la cabeza llena de hojarasca”  contó.

“Aquí he recibido una lluvia de amor y fortaleza para seguir el camino, he conocido a un grupo de hermanos que sé me van a sostener cuando me fallen las piernas, sé que Dios guía mi vida y la de mi familia y que su plan en mi vida es el mejor plan que puedo tener” subrayó.

Otra de los participantes del fin de semana, Inmaculada Simón, explicaba también su experiencia “acudía con falta de fe y además era algo que no me preocupaba. Mi misión iba a ser de acompañante” para descubrir que “todo lo que me había ido ocurriendo a lo largo de la vida eran mensajes de Dios, que yo no podía oír ni ver porque estaba ciega y sorda”.

“El retiro sirve para pararse en la vida y oírse y oírLe, verte y verLe. Además te das cuenta que no estás sola, que perteneces a un pueblo de Dios, a una Iglesia que te estaba esperando con gozo de volver a encontrarte como hermanos” relató.

Por último, Beatriz Gómez, de la Ultreya de Alcorcón, miembro del equipo de este Cursillo 129, campanillera (porque lleva una campanilla para despertar y anunciar), y que además dio uno de los ‘rollos’ (charlas), expresó que “poder compartir esos días ha sido una experiencia única, gratificante, un regalo del cielo”.