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El obispo D. Ginés García Beltrán presidió el pasado 11 de junio, solemnidad del Corpus Christi, en la Ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, la ceremonia de consagración de la joven Ágata Durán Quiroga, en el Orden de las Vírgenes Consagradas.

Esta joven diocesana, de 31 años, madrileña de nacimiento y getafense de adopción, apasionada de la lectura y el cine, descubrió hace seis años que el Señor la quería solo para Él y después de un tiempo de discernimiento y formación se ha consagrado en esta especial forma de servicio y de pertenencia a Dios y a la Iglesia.

El Ordo Virginum, también conocido como el Orden de las Vírgenes Consagradas, es una de las primeras formas de vida consagrada femenina en la Iglesia. Una vocación cuyo origen se remonta a los inicios del cristianismo y por medio del cual las mujeres, sin abandonar sus hogares, se entregaban totalmente a Jesucristo y a la misión evangelizadora.

Es la vocación femenina más antigua de la iglesia que nace de las mujeres que siguen a Jesús y que, desconocida durante mucho tiempo, recibió un gran impulso gracias al Concilio Vaticano II.

Ágata Durán servirá al Señor en esta vocación como virgen consagrada y al mismo tiempo seguirá desempeñando su puesto como bibliotecaria del Estado en el mundo civil, dando testimonio de Cristo y evangelizando "siendo una lámpara encendida en medio del mundo".

Hemos querido que comparta la historia de su vocación y cómo vivió la consagración en la ceremonia del pasado 11 de junio.

 

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¿Cómo supiste que ésta era tu vocación, que el Señor te llamaba a servirle como virgen consagrada?

Esta vocación es bastante desconocida en la Iglesia y en mi caso, surgió esta propuesta un domingo de Pentecostés después de dos años reflexionando sobre lo que ÉL querría para mi vida.

Después de ver en qué consistía vi claramente que el Señor me llamaba ahí y tras seis años de discernimiento y camino me he consagrado definitivamente a Él.

 

¿Cómo viviste el día de tu consagración?

 Después de los nervios previos de cualquier novia al entrar en la procesión y comenzar la misa, el Señor me regaló la paz que sólo Él puede dar.

Como decía san Agustín: "Nos has hecho Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti" y así lo viví.

Todo lo viví con una alegría profunda, con mucho amor y agradecimiento al Señor que me ha querido para sí como esposa, privilegio y honor absolutamente inmerecido.

También con agradecimiento a nuestra querida madre, la Iglesia, que me acoge en la Diócesis de Getafe por manos de Mons. Ginés, acompañada de buenos amigos sacerdotes que me han ayudado en este caminar.

Agradecí también la presencia, compañía y oración de otras vírgenes consagradas, no sólo de nuestra Diócesis, sino procedentes de Albacete, Alicante, Madrid y Salamanca, que compartieron conmigo estos momentos tan especiales.

Viví cada instante de la ceremonia, con atención a cada detalle, a cada canto, cada gesto, cada símbolo. También a cada rostro de cada alma allí congregada: personas que han conformado mi familia en Cristo, desde los que me acogieron en la Iglesia años atrás, hasta aquellas que el Señor ha puesto en mi camino más recientemente. Cada una de ellas es un hermoso y diverso reflejo de Dios, formando un prisma precioso de la luz y el amor transfigurado que ya experimentan los santos.

Después de la ceremonia pudimos compartir risas y alguna lagrimita, acompañada de una comida fraterna.

Para acabar el día pude acompañar a mi esposo en su procesión por las calles de Getafe en el Corpus Christi.

 

¿Cómo te preparaste para tu consagración definitiva al Señor?

 En mi caso, al depender de un trabajo civil, mi preparación fue muy interior. De la mano de la Liturgia de las Horas, la santa Misa, y la lectura espiritual. Además de libros propios del Ordo Virginum, estuve leyendo y meditando la Pasión del Señor; contemplando su absoluta entrega en amor por los hombres y su salvación.

Muchos buenos amigos también estuvieron visitándome semanas atrás y el día anterior realicé una confesión general ayudada por mi director espiritual y la quietud exterior para tener preparados el alma y el corazón.

 

¿De las palabras que te dijo el obispo en la celebración cual llegó más hondo a tu corazón?

Lo primero que destacaría de D. Ginés es que se mostró muy cariñoso en su acogida y en la homilía, hecha con cariño de pastor y de padre.

Todo lo que dijo fue precioso y centrado en ese bello amor esponsal de Cristo y su Iglesia.  Ahora tendré tiempo para ir degustando y meditando toda su predicación.

Quiero quedarme con un pequeño detalle, porque en un principio mi consagración se iba a realizar la víspera, el día 10 y por diversas cuestiones se tuvo que retrasar al día 11 de junio, solemnidad del Corpus Christi.

Nuestro prelado me dijo que "el Señor ponía de manifiesto su entrega total con su cuerpo y su sangre, por su esposa, la Iglesia y así yo también poder

entregarme por completo a Él"

 

¿Qué les dirías a las jóvenes de nuestra Diócesis que están sintiendo algún tipo de llamada vocacional y no se atreven a dar un paso o no saben cómo hacerlo?

Primero, escuchar lo que nos han dicho grandes figuras contemporáneas como el papa San Juan Pablo II: "No tengáis miedo"; o el papa ya fallecido Benedicto XVI en el lema de la JMJ 2011 "Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col. 2, 7)" y, por último, más específicamente para la vida consagrada femenina, animaría a leer la Biblia ( Oseas 2, Isaias 61 o el Salmo 44) y escuchar la voz del Señor.