El vicario general de la Diócesis de Getafe, Javier Mairata, presidió el encuentro testimonial "Transformados" celebrado en la Parroquia Santa Maravillas (Getafe) la tarde del martes 20 de junio y al que asistieron medio centenar de personas.
El acto comenzó con una celebración eucarística en el templo en la que Mairata recordó el poder de la oración: "sólo en la oración el Señor transforma nuestra vida para poder amar al enemigo, para poder perdonar".
A continuación, y ya en el salón de actos, los asistentes pudieron escuchar el testimonio de tres hombres -un mexicano y dos españoles- a quienes el señor transformó completamente su vida y les liberó de una vivencia esclava de la sexualidad.
David Espitia, Jorge Madrid y Pablo Sánchez, todos ellos con un pasado marcado por la promiscuidad vivida en el ambiente homosexual hablaron de la fuerza del amor de Dios, de la oración, de la renovación y del poder de los sacramentos que les ha permitido vivir en castidad desde hace varios años.
David fue el primero en intervenir. Agarrado a un Rosario comenzó su relato desde la infancia. Creció en un hogar dominado por la violencia, el sexo y el alcohol. Nunca se sintió querido. Tuvo una infancia difícil en la que sufrió abusos físicos por parte de su hermana mayor y de hombres jóvenes, hechos que marcaron su juventud y madurez.
Él mismo se transformó en abusador, buscó la satisfacción de su vida a través del sexo y a los 21 años entró de lleno en el mundo gay, incrementando su adicción al sexo, las drogas, el alcohol...
Un amigo le habló de Dios y le invitó a hacer un retiro. Después de mucho insistir asistió y ese fue el momento en que el Señor aprovechó para tocar su corazón.
"En la noche pasó junto a mí la Custodia -entonces no sabía muy bien qué era- pero sentí por vez primera que alguien me amaba y no me acusaba".
Se sintió amado profundamente y después de muchas lágrimas y de una larga confesión decidió aferrarse fuerte a Dios y comenzar su cambio de vida: "le ofrecí mi castidad". De eso hace nueve años.
"El primer año fue muy difícil pero no me alejé de Dios ni un instante" recuerda, añadiendo: "el Rosario, la comunión diaria, buscar a Dios todos los días, hicieron posible que cambiara mi vida".
David entrega parte del amor que recibe de Dios ayudando a otras personas con adicciones y cuidando de una anciana y de su hijo enfermo porque "la fe tiene que ir acompañada de las obras".
Jorge, el segundo en intervenir, es el cuarto de cinco hermanos. Nació en una familia católica y tuvo una niñez buena y alegre. En la adolescencia empezó a sentir que su padre se preocupaba más por su hermano mayor que por él y a creer que a él no le quería. Eso le hizo sentir también cierta atracción por los hombres mayores. Comenzó a vivir una vida plenamente gay a la edad de 23 años. Una vida que venía acompañada de viajes, éxito y mucho sexo, alcohol y muchas mentiras, y siempre alejado de Dios "buscaba ser amado por un hombre".
La muerte de su padre le fue acercando de nuevo a la Iglesia donde descubrió que "Dios te quiere como eres y que había personas homosexuales que iban a misa. Una de ellas me dijo ¡Jorge Dios te quiere un montonazo".
Después de una confesión y de una conversión radical dejó el sexo, el alcohol, la noche y empezó a frecuentar ambientes cristianos.
Al pasar el tiempo descubre que su padre siempre había rezado por él y cómo Dios ha ido marcando el camino de su historia "hoy estoy aquí en esta parroquia y resulta que mi padre era muy devoto de santa Maravillas (...) empecé a hacer un voluntariado y descubrí que mi padre estuvo antes que yo en el mismo lugar (...). Mi conversión se debe a mi padre, porque “cuando los padres se arrodillan, los hijos se levantan" relató Jorge que, desde hace cuatro años vive en castidad "con una fe que me pide cambiar mi vida, abrirme a los demás, acogerles... porque cuando te crees que Jesús es el camino, la verdad y la vida, Él te transforma. La oración hace milagros".
Pablo fue el último en intervenir. Es el cuarto de una familia de ocho hermanos educados en el seno de una familia católica. Al año de nacer él la relación de sus padres se rompe y "eso hace que no tenga ni un solo recuerdo de mi padre diciéndome 'te quiero'".
A los 17 años, después de una fuerte discusión con su padre se va de casa y a la semana cae las redes de la prostitución masculina.
El sexo, el dinero y las mentiras -que van endureciendo su corazón- se convierten en su forma de vida hasta los 30 años.
El encuentro con personas que le hablaron de Cristo y luego se convirtieron en sus amigos fueron sembrando una semilla en su corazón que aunque tardó años en germinar ha dado como fruto un cambio de vida radical.
"Tuve una ruptura interior total que me llevó a salir de Madrid (...) empiezo a darme cuenta de que Dios perdona más de una década de mentiras, el daño que yo había hecho y empieza a brotarme una conciencia que antes no tenía" relata.
Conocer a un sacerdote de la Diócesis de Getafe, su amistad y acompañamiento, la comunidad parroquial, el encuentro en Cuatro Vientos en la JMJ de 2011 con el papa Benedicto, van configurando su transformación de vida.
"Pude abrazar a Cristo en la persona concreta de un sacerdote. Era mi primer abrazo a la libertad. La castidad ha ordenado mi vida a través de los sacramentos" declaró.
En los últimos años ha rehecho completamente mi vida. Ha estudiado, ha terminado Bachillerato en Teología, hará la Licenciatura, tiene dos niños en acogida y colabora en una pastoral de acompañamiento dentro de la Iglesia.