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Puedes ver el videomensaje completo aquí: https://www.youtube.com/watch?v=PHZaWCOph80

TEXTO COMPLETO

Os saludo, queridos amigos y hermanos en el Señor.

Comenzamos un nuevo curso, una nueva ilusión, una nueva esperanza, un nuevo horizonte. Este verano hemos celebrado de un modo muy especial los 30 años de existencia de nuestro Seminario Mayor, Nuestra Señora de los Apóstoles.

Lo hemos celebrado con el Papa, en Roma. Sí, hemos ido a Roma y hemos estado con el Papa. Los seminaristas, sus formadores, también los obispos, hemos podido dialogar con el Papa. Los seminaristas han podido hacer preguntas sobre su vida, sus inquietudes, y el Papa las ha acogido y ha contestado con una profundidad enorme.

Por eso, estamos de enhorabuena: 30 años de nuestro Seminario. Es una mirada de esperanza para esta diócesis del sur de Madrid. Y hablando de esperanza, comenzamos este nuevo curso con la mirada puesta en el Jubileo, en el Año Santo 2025, que el Papa ha querido dedicar a la esperanza.

Testigos de esperanza. Nos ha escrito un precioso documento, una bula desarrollada que la trabajaremos, la estudiaremos en la diócesis, que se titula con esta frase de San Pablo: ‘La esperanza no defrauda’. ¡Qué necesaria es la esperanza! Y cómo la diócesis de Getafe quiere vivir en esperanza. Yo estoy seguro de que los que me estáis oyendo tenéis motivos más que sobrados para desesperar.

Que hay problemas, que hay dificultades, que hay un gran déficit de esperanza en nuestro mundo. Y, sin embargo, el Señor, su Iglesia, nos propone un mensaje de esperanza. Mira, en medio de esos motivos de desesperanza, siempre hay motivos para esperar.

¿Por qué motivos para esperar? Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu que se nos ha dado. Es decir, que nuestra esperanza no es una esperanza incierta, no es una esperanza que no sabe lo que espera, sino que nuestra esperanza es en el Señor. Fijaos, la esperanza es una virtud teologal. Es decir, no soy hombre de esperanza porque sea optimista, sino que soy hombre de esperanza porque la esperanza me viene de arriba. Esa esperanza que nos da Dios, que nos da su Palabra, que nos dan los sacramentos, que nos dan nuestras comunidades parroquiales, las comunidades cristianas que se extienden a lo largo de nuestra diócesis. Es verdad que el Papa nos recuerda que aquel que espera tiene que tener paciencia.

En este mundo de Internet, de las nuevas comunicaciones sociales, parece que solo existiera el aquí y el ahora. Ha desaparecido el horizonte espacio-temporal. Sin embargo, es importante tener paciencia, porque Dios siempre cumple su Palabra.

A mí me gustaría que nuestra diócesis viviera este curso pastoral con esa mirada puesta en la esperanza. Esa mirada puesta en la esperanza que va a robustecer nuestra fe y también nuestra caridad, porque, al fin y al cabo, la esperanza tiene como fundamento la caridad y fortalece la fe. Me gusta pensar en esa imagen tan bonita del pensador francés Charles Péguy cuando dice que la esperanza es la hermana pequeña de las virtudes, y se imagina la esperanza de la mano de la fe y de la caridad.

Y dice que, así como la fe ha levantado catedrales y la caridad hospitales, sin la esperanza todo eso sería un cementerio. Vamos a vivir en esperanza. Vamos a construir la esperanza que hemos recibido de Dios.

Vamos a mirar mucho más allá de lo que muchas veces nuestra mirada humana es capaz de mirar. Vamos a trabajar y vamos a pensar en algo que nos puede parecer imposible, pero os recuerdo que para Dios nada hay imposible. Por eso creo que la diócesis de Getafe tiene que empezar este curso y vivir este curso con un mensaje de esperanza.

Mensaje de esperanza a los que estamos dentro, pero mensaje de esperanza a la gran mayoría que está fuera. Nosotros, los cristianos de esta diócesis de Getafe, tenemos que llevar a los demás ese mensaje de esperanza, decirle que Dios está ahí, que Dios los ama, que Dios los espera. Hay tantas miradas que podíamos hacer al mundo y a nuestra propia vida…

Fijaos, en un mundo donde hay tantas situaciones de violencia, en un mundo donde falta la paz, tendríamos que mirar a la paz del corazón, a la paz de nuestras familias, para ser transmisores de paz en el mundo. ¿Por qué no mirar también a la vida? Esa vida que se derrama y que muchas veces nosotros tenemos dificultad en transmitirla. Aunque sea anecdótico, llama mucho la atención que hoy hay más animales en nuestras ciudades que niños. Esto es para pensárnoslo, pero no para pensarlo porque a mí me importen o puedan importar las estadísticas, sino simplemente porque conlleva una imagen de hombre y, sobre todo para mí, lo más importante, conlleva un corazón que tiene miedo y no tiene esperanza.

Creo que no hay nada más triste que un joven que mire al futuro con miedo y no con esperanza. Cuando un joven mira al futuro con miedo, es que algo mal estamos haciendo en la sociedad.

Un joven tiene que mirar al futuro con esperanza. Por eso yo también quiero mirar a los jóvenes de nuestra diócesis. Insisto: a los que están y a los que no están, a los que vienen y a los que no le importamos.

Y por eso quiero mirar también a las familias que son las transmisoras de la vida. Y por eso quiero mirar también a los pobres que tienen tantos rostros, rostros tan variados, desde el que está en la cárcel hasta el que ha venido buscando una vida mejor, pasando por tantos que no tienen para comer, en este Madrid no tienen vivienda, no tienen lo necesario para vivir con la dignidad de todo hijo de Dios, que es una dignidad infinita.

Pero no solo eso tiene la esperanza. La esperanza no solo mira a este mundo, sino que la esperanza mira a la Vida Eterna. Nosotros los cristianos creemos que la vida no termina con la muerte: se nos abre un horizonte apasionante de esperanza, de esperanza en que todo no se acaba aquí, sino que tenemos una vida junto a Dios. Pues este año, del Año Santo de la esperanza, yo creo que es también un buen motivo para mirar a la Vida Eterna, para ver que no todo se acaba aquí.

Y a este propósito, creo que será importante en este año mirar a la misericordia. Mirar a la misericordia con los demás, pero también mirar a la misericordia en nuestro propio corazón. Dios te ama, ¿por qué te da miedo pedir perdón? ¿Acaso vas a encontrar una negativa en tu perdón? No, en el corazón de Dios no vas a encontrar nunca una negativa. Tú pide perdón y a través del Sacramento de la Penitencia vas a recibir el perdón de tus pecados.

Me podíais preguntar, ¿qué espera el obispo para este nuevo curso pastoral? Espero que retomemos con ilusión lo que venimos ya haciendo años anteriores. No quiero olvidar el trabajo del Directorio de la Iniciación Cristiana, no quiero olvidar el trabajo de nuestra Catequesis, las instituciones de formación de nuestra diócesis, no quiero olvidar una liturgia bien preparada, bien vivida en profundidad, no quiero olvidar el mundo de la pobreza, donde tenemos que estar en tantos y tantos lugares, con tantas y tantas personas.

Por eso, retomemos lo que venimos haciendo, miremos al futuro, estamos preparando para el siguiente curso un nuevo plan de evangelización para nuestra diócesis, que lo estamos haciendo de modo sinodal, es decir, desde las comunidades cristianas hacia arriba o hacia abajo, como se quiera mirar.

Miramos también al Sínodo que va a celebrarse en el próximo mes de octubre. Pero todo esto, todo esto, tendrá sentido si lo hacemos con esperanza, porque hacerlo con esperanza significa que la fe es la que sostiene la esperanza y la esperanza se fundamenta en el amor.

Sé hombre, sé mujer de esperanza, no basta esperar cosas, tenemos que tener esperanza donde Dios es el centro. Como siempre, quiero poner este nuevo curso pastoral bajo la protección de la Virgen Santísima, nuestra Madre, la Virgen de los Ángeles patrona de la diócesis y tantas advocaciones de nuestra vida diocesana, como también a los santos que son protectores de esta diócesis de Getafe. Os espero a todos en esta aventura preciosa de la evangelización, que es también una llamada a la esperanza.

¡Feliz curso pastoral!