Para vivir la Semana de Pasión y Gloria, invitamos a nuestros fieles a participar en las celebraciones que se organicen en sus parroquias o a acudir, en Getafe, a las presididas por nuestro Obispo, D. Joaquín María López de Andújar, en la S.I. Catedral.
DOMINGO DE RAMOS
12.00 horas: bendición de Palmas y Ramos - Hospital de S. José.
12.30 horas: misa solemne en la Catedral.
MARTES SANTO
12.00 horas: Misa Crismal.
JUEVES SANTO
12.00 horas: celebración comunitaria de la penitencia.
19.00 horas: Misa de la Cena del Señor.
23.00 horas: Hora Santa.
VIERNES SANTO
11.00 horas: Sermón de las Siete Palabras.
17.00 horas: celebración de la Pasión y Muerte del Señor.
23.00 horas: Via Crucis. Procesión del Silencio.
SÁBADO SANTO
10.00 horas: rezo de Laudes y Oficio de Lecturas.
23.00 horas: vigilia pascual.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
12.30 horas: solemne misa de Pascua de Resurrección.
Además, habrá muchas celebraciones en los distintos pueblos de la Diócesis de Getafe, rica en tradiciones y cultura. Éstas son algunas recomendaciones:
Domingo de Ramos
El segundo volumen de ‘Jesús de Nazaret’ escrito por el papa emérito Benedicto XVI recorre los pasos de Jesús desde su entrada triunfal en Jerusalén hasta su Ascensión a los cielos tras la Resurrección. Junto con los Evangelios, puede ser la obra que nos acompañe e introduzca en los misterios centrales de la fe que son actualizados en estos días.
El Domingo de Ramos es uno de los días más concurridos en nuestras asambleas. En él se coloca el pórtico de toda la semana grande. Se inicia con la tradicional procesión de las ramas de olivo, previamente bendecidas, y se lee el evangelio de la entrada de Jesús en la ciudad de David. El pueblo aclama al Mesías, al que viene en el nombre del Señor, aunque, después, la lectura de la Pasión nos desvele que días más tarde el aclamado sería vituperado. Conservar el ramo en nuestras casas, en un lugar visible, puede ayudarnos a recordar que alabar a Cristo no es cosa de un día, sino de todos.
De lunes a miércoles
El Evangelio no describe los acontecimientos acaecidos entre la entrada a Jerusalén y el inicio de la Pasión. Son momentos de preparación. Es frecuente en este lapso de tiempo que en muchas parroquias y comunidades se ofrezcan momentos para la confesión sacramental, que es, sin lugar a dudas, la mejor forma de disponer el corazón para vivir el triduo pascual.
En varios de nuestros municipios procesionan en esos días imágenes menos populares: La Verónica, en Chinchón, o el Discípulo Amado, en Leganés.
Y el Martes Santo tiene lugar en la Catedral, a las 12.00 horas, la Misa Crismal, en la que el Obispo consagra el santo Crisma -óleo perfumado con que se ungirá a los bautizados, confirmados y neopresbíteros- y bendice el óleo de los catecúmenos y el de los enfermos, que será administrado a lo largo del año.
En esta misma celebración -que tradicionalmente es el Jueves Santo, pero se adelanta por motivos pastorales-, los sacerdotes renuevan ante D. Joaquín -acompañados por fieles de toda la Diócesis- sus promesas de ordenación.
El Triduo Pascual. El Jueves Santo
La tarde del Jueves Santo inaugura el corazón celebrativo de la Iglesia. La liturgia -que en la Cuaresma nos ha llevado por el desierto hasta Jerusalén- nos hace mirar ahora a Jesús en la Última Cena.
El rito del lavatorio de los pies -que este año por primera vez podrá contar con la participación de 12 fieles con independencia de su sexo- expresa el mandamiento nuevo: “Amaos como Yo os he amado”.
En esta Misa en la Cena de Señor se actualiza la doble institución de la Eucaristía y el Sacerdocio, intrínsecamente unidos en y por Jesús.
Al terminar la celebración, el Santísimo se reserva en el Monumento -del latín, sepulcro- donde tendrá lugar la Hora Santa de 23.00 a 0.00 horas, que rememora la agonía de Getsemaní.
Entre ambos momentos, el pueblo fiel realiza la tradicional visita a los monumentos, que consiste en acudir a diversas iglesias para orar ante la reserva eucarística. En nuestra Diócesis son especialmente recomendables los situados en los conventos de clausura por su singular belleza.
En esa misma franja horaria, las calles de Alcorcón, Aldea del Fresno, Aranjuez, Arroyomolinos, Belmonte de Tajo, Cadalso de los Vidrios, Chinchón, Ciempozuelos, Colmenar del Arroyo, El Álamo, Humanes de Madrid, Leganés, Moraleja de Enmedio, Móstoles, Navalcarnero, Navas del Rey, Parla, San Martín de la Vega y de Valdeiglesias, Titulcia, Valdemoro, Villa del Prado, Villaconejos y Villamanta contemplan las tallas de Jesús Nazareno, Cautivo y de María Santísima de la Soledad, entre otros titulares.
El Viernes Santo
Tras una noche que para muchos es larga por acompañar las procesiones o velar el monumento, amanece el Viernes de Cruz. Por la mañana -habitualmente, aunque el tradicional de Roma sea de noche- se reza el Via Crucis. Famoso es el representado en Chapinería a las 12.00 horas.
Por la tarde, a primera hora, se tiene la celebración de la Pasión del Señor, único día del año en el que la Iglesia no oficia la Eucaristía.
La liturgia canta este día el relato íntegro de las últimas horas de vida del Salvador, desde la Última Cena hasta que es depositado en el sepulcro. El Altar está desnudo. Las imágenes, cubiertas.
El sacerdote revestido de rojo sangre se postra en el suelo al iniciar los ritos. Se escucha el Evangelio; se ora por la humanidad entera; la limosna de ese día recogida en la colecta se destina a la Custodia de Tierra Santa, que -gracias a los Franciscanos- conserva los santos lugares abiertos para los peregrinos.
Por último, se adora la Cruz y se comulga a Cristo.
La piedad popular visibiliza estos acontecimientos procesionando tallas de Cristo crucificado, de Cristo yacente, de la Dolorosa, del Cristo atado a la columna, del Santo Sepulcro, de la Soledad… Lo hace -además de en los municipios anteriormente mencionados- en Brunete, Cenicientos, Colmenar de Oreja, Fuenlabrada, Getafe, Pelayos de la Presa, Pinto, Rozas de Puerto Real, Serranillos del Valle, Sevilla la Nueva, Torrejón de Velasco, Villamantilla, Villanueva de la Cañada, Villanueva de Perales y Villaviciosa de Odón.
La Vigilia Pascual
La noche más importante del año para el cristiano trae la Luz que da sentido a todo. Con la bendición del fuego y la del cirio pascual comienza la madre de todas las vigilias. Las velas encendidas de los fieles iluminan el templo oscurecido por el Viernes Santo. La Palabra de Dios -ricamente proclamada en hasta nueve lecturas- ilumina el templo interior, el de los creyentes.
A continuación, renuevan las promesas bautismales, a la vez que el obispo bautiza en la Catedral a una veintena de adultos. La Iglesia crece.
Por último, alimenta a sus hijos con el Pan vivo. Cristo resucitado, alimento de los hombres, trae la esperanza a su pueblo. Por eso será sacado en procesión el Domingo Santo, para anunciar que Él vive, para siempre, para todos.