Paciente y mansa guía pastoral
Por José Rico Pavés. Obispo auxiliar de Getafe

Con estupor siempre nuevo, el tiempo pascual invita a volver la mirada a Cristo Buen Pastor, para aprender de Él que todos los que tienen en la Iglesia la misión de guías (sacerdotes, obispos, Papas) “están llamados a asumir no la mentalidad del manager sino la del siervo”. Al acudir a la intercesión materna de María durante el rezo del Regina coeli en el cuarto domingo de Pascua el Papa Francisco ha pedido para él, para los obispos y para todos los sacerdotes del mundo “la gracia de servir al pueblo santo de Dios mediante la alegre predicación del evangelio, la sentida celebración de los Sacramentos y la paciente y mansa guía pastoral”. Se puede repasar el magisterio pontificio del último mes tomando como referencia la formulación sugerente de esta petición.

La alegre predicación del evangelio ha vuelto a brillar en las Audiencias de los miércoles, a través de las cuales el Papa sigue exponiendo la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia. Al presentar la complementariedad del varón y de la mujer, Francisco se ha preguntado por qué hoy muchos jóvenes prefieren simplemente convivir a casarse. Su respuesta es certera y luminosa: por miedo a fracasar. Este miedo se vence cuando se proclama sin rebajas la belleza del Evangelio de la familia. “El sacramento del matrimonio es un gran acto de fe y de amor: testimonia la valentía de creer en la belleza del acto creador de Dios y de vivir ese amor que impulsa a ir cada vez más allá, más allá de sí mismo y también más allá de la familia misma. La vocación cristiana a amar sin reservas y sin medida es lo que, con la gracia de Cristo, está en la base también del libre consentimiento que constituye el matrimonio”. Esta belleza se recibe cuando se llevan a la práctica tres palabras sencillas en la vida familiar: “permiso”, “gracias”, “perdón”.

La sentida celebración de los Sacramentos ha seguido el ritmo marcado por la liturgia del tiempo pascual. Las palabras de Cristo que se proclaman en estos días contienen la fuerza del amor que nunca envejece y que se manifiesta en gestos, pequeños y cotidianos, de cercanía. La predicación papal al hilo de la Liturgia ha resonado en las visitas pastorales a las parroquias romanas, en la Misa de apertura de la asamblea general de Caritas internacional, en la canonización de cuatro beatas y en la solemnidad de Pentecostés. El libro de los Hechos de los apóstoles y el Evangelio de san Juan han guiado al Papa en la celebración de la Pascua, hasta llegar a la solemnidad de Pentecostés: “El don del Espíritu Santo ha sido dado en abundancia a la Iglesia y a cada uno de nosotros, para que podamos vivir con fe genuina y caridad operante, para que podamos difundir la semilla de la reconciliación y de la paz”.

En fin, la paciente y mansa guía pastoral se ha puesto en ejercicio en los encuentros con los obispos en visita ad limina de algunas conferencias episcopales africanas, como las procedentes de la República del Congo, de Mali, de Mozambique, de Togo o de la República Centroafricana. Al tiempo que reconoce la vitalidad de esas Iglesias particulares, el Papa ha alentado a seguir desarrollando una tarea evangelizadora profunda y explícita: “Seguid vigilando para que la pastoral social se realice cada vez más con el espíritu del Evangelio y se perciba cada vez mejor como una obra de evangelización, y no como la acción de una organización no-gubernamental”. La guía pastoral requiere sensibilidad eclesial, como ha recordado a la Conferencia Episcopal Italiana. También con las personas consagradas el Papa ha puesto en ejercicio la paciencia y la mansedumbre de un gobierno pastoral en el que no falta un sano sentido del humor, como en el encuentro con los religiosos de Roma, durante el cual ha recordado el error de la religiosa de clausura que le escribió para contarle que había descubierto que su clausura era el mundo, a lo cual respondió el Papa: “Dime, querida, ¿tú tienes reja portátil?”.