Tenaz siembra de esperanza
Por José Rico Pavés

Una palabra se ha repetido con especial intensidad en las enseñanzas del papa Francisco durante el último mes: esperanza. Las catequesis de las Audiencias de los miércoles, centradas en esta virtud, permiten reconocer el hilo conductor de una actividad llevada a cabo con palabras y hechos que bien puede ser calificada como tenaz siembra de esperanza. Si en las catequesis se ha profundizado en la naturaleza propia de la esperanza, entendida como seguridad de lo que nos aguarda, virtud comunitaria, fundada en el amor divino, que permite vencer cualquier desánimo, las diferentes intervenciones del Santo Padre pueden también recorrerse teniendo en cuenta esos mismos aspectos.
La esperanza, ante todo, es seguridad de lo que nos aguarda, pues en su centro se encuentra la certeza de la fe: Cristo murió por nosotros para que vivamos siempre con Él. Es esa certeza la que permite al Papa dirigirse a católicos y evangélicos, en el encuentro con una Delegación ecuménica de la Comunidad Evangélica en Alemania, o la que le ha llevado, en la Fiesta de la Presentación del Señor a mostrar a las personas consagradas como testigos de la esperanza que no defrauda y a invitar, especialmente en el momento presente, a vencer la “tentación de la supervivencia”. Seguridad esperanzada han recibido los fieles de la parroquia romana de Santa María Josefa del Corazón de Jesús, en Castelverde, con motivo de la visita pastoral, en la que el Papa, partiendo de las lecturas bíblicas, ha explicado que la meta de la santidad se alcanza cuando somos misericordiosos como nuestro Padre celestial.
Ahora bien, la seguridad de la esperanza es siempre comunitaria, ya que necesita un cuerpo, en el que los diferentes miembros se sostengan mutuamente. El hogar de la esperanza cristiana es la Iglesia y el soplo que la mantiene siempre viva es el Espíritu Santo. Por eso, a los participantes en el encuentro de Economía de Comunión, organizado por el Movimiento de los Focolares, les ha invitado a seguir cultivando la lógica propia del Evangelio, que consiste en dar sin reservas. Con los participantes en la plenaria de la Congregación para la Educación Católica ha compartido Francisco algunos anhelos: humanizar la educación, acrecentar la cultura del diálogo y sembrar la esperanza. «El hombre no puede vivir sin esperanza y la educación es generadora de esperanza».
Es también propio de la esperanza no defraudar porque su fundamento está en el amor de Dios. La seguridad de que Dios me ama no nos la puede arrebatar nada ni nadie. Esta palabra de esperanza ha sostenido el encuentro con la Comisión Caridad y Salud de la Conferencia Episcopal Italiana, con los participantes en el III Foro de los pueblos indígenas y con la comunidad de la Civiltá Cattolica, a quien Francisco ha invitado a “permanecer en alta mar”, participando de la misión evangelizadora de la Iglesia como una revista verdaderamente “católica”, es decir, como una revista que posee la mirada de Cristo sobre el mundo, y la transmite y testimonia». Con esa mirada el Papa ha vuelto a estrechar los vínculos de afecto con los hermanos judíos, al recibir una Delegación de la Liga Antidifamación y al encontrarse con el rabino Abrahán Skorka.
La esperanza, en fin, es antídoto contra la desilusión y el desánimo, como ha recordado a los participantes en el foro internacional sobre migraciones y paz, a quienes Francisco ha entregado cuatro palabras para construir esperanza: acoger, proteger, promover e integrar. Al igual que en la visita a la Universidad Roma Tres, donde ha animado a profesores y estudiantes a vivir la Universidad como ambiente de verdadero diálogo y ha pedido a los jóvenes que nadie les quite la esperanza. Hasta el deporte, imagen de la vida y de la sociedad, es ocasión para cultivar la esperanza. Así lo ha recordado en la audiencia concedida a una Delegación de Special Olympics International y a una representación del equipo español de fútbol Villarreal CF.