El corazón joven de la Iglesia
Por José Rico Pavés

“En los momentos difíciles, el Señor hace avanzar la historia con los jóvenes”. Al recorrer el camino cuaresmal que conduce a la Pascua, las enseñanzas del Papa han prestado especial atención a los jóvenes. El horizonte cada vez más próximo de la celebración del Sínodo de los Obispos dedicado a los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, ha centrado las intervenciones de Francisco en el último mes ayudando a reconocer el secreto de la juventud que mantiene siempre lozano el corazón de la Iglesia. Es la savia del Evangelio que brota del costado traspasado del Redentor como torrente de agua viva que fecunda con vitalidad eterna a cuantos beben de ella. Para vivir el Evangelio de manera auténtica es necesario ver a Jesús desde dentro, es decir, entrar en sus llagas y contemplar en su Corazón el amor “por ti, por mí, por todos”. Al terminar la cuaresma y entrar en la Semana Santa, esa ha sido la invitación del Sucesor de Pedro: contemplar al Crucificado, descubrir el corazón joven de la Iglesia y escuchar el grito de los jóvenes que cambia la historia.

Mediante las alocuciones previas al rezo del Angelus y las homilías de las celebraciones litúrgicas, Francisco ha proyectado la luz de la Palabra de Dios en el itinerario de la Iglesia que lleva al encuentro con Jesucristo Resucitado. En este itinerario hemos acompañado a Cristo cuando expulsa a los vendedores del templo; hemos entrado en el diálogo de Jesús con Nicodemo para recibir la revelación del amor infinito de Dios; hemos sentido su atracción al ser levantado sobre la tierra; y hemos entrado, en fin, con Jesús en Jerusalén para experimentar al mismo tiempo alegría y sufrimiento: “en su cruz hemos sido salvados para que nadie apague la alegría del Evangelio; para que nadie, en la situación que se encuentre, quede lejos de la mirada misericordiosa del Padre”. Momento de especial intensidad en la contemplación de Cristo Crucificado ha sido la Jornada penitencial “24 horas para el Señor”: “El amor de Dios es siempre más grande de lo que podemos imaginar, y se extiende incluso más allá de cualquier pecado que nuestra conciencia pueda reprocharnos”. El pecado nos aleja de Dios, pero tenemos la certeza de que Él no se aleja nunca de nosotros.

El corazón joven de la Iglesia se percibe cuando se acude a la fuente y cima de la vida cristiana que es la Eucaristía y al testimonio de los santos. En las Audiencias de los miércoles, el Papa ha seguido desarrollando las catequesis sobre la Santa Misa, ofreciendo la explicación sencilla de cada una de sus partes. La visita pastoral a Pietrelcina y San Giovanni Rotondo han permitido al Papa rezar junto al cuerpo sin vida del Padre Pío y volver a proponer el testimonio de su vida santa y la ayuda de su intercesión: “Tres signos visibles (los grupos de oración, los enfermos y el confesionario) que nos recuerdan tres valiosos legados: la oración, la pequeñez y la sabiduría de la vida. Pidamos la gracia de cultivarlos todos los días”.

En las palabras dirigidas a los jóvenes participantes en la reunión presinodal, Francisco ha expresado la voluntad de la Iglesia de escuchar a todos los jóvenes, sin excluir a ninguno. Por eso, en la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en ámbito diocesano el Domigo de Ramos, el Papa se ha detenido a comentar las palabras de Jesús a los fariseos “de ayer y de todos los tiempos”: Si ellos callan, gritarán las piedras (Lc 19, 40). Y ha pedido a los jóvenes que griten: “En vosotros, jóvenes, está la decisión de gritar, de decidirse por el “hosanna” del domingo para no caer en el “crucifícalo” del viernes…”