Cuando aún resuena el eco del reciente viaje apostólico del Papa Francisco a Chile y Perú, el mes de febrero nos trae siembra renovada de simientes cuyos frutos verán la luz en tiempos venideros. Donde habita el invierno, es el mes de las últimas podas, de las cigüeñas retornadas y de las primeras flores, las de níveos colores que preparan entre fríos la llegada de la primavera. Ciclo hermoso de las estaciones que, por repetido, no deja de ser menos admirable. Tanto como el ciclo del año litúrgico, oportunidad renovada de acompañar a Jesucristo en los misterios de su vida para descubrir asombrados el Rostro de Quien se ha hecho nuestro compañero en el camino de la vida. Como las estaciones traen renovación a las criaturas, así la Liturgia con sus tiempos nos abre al encuentro siempre actualizado de Quien lleva consigo toda novedad. La palabra de la Iglesia que pronuncia el Sucesor de Pedro de manera autorizada se acomoda a la sutil sinfonía que interpretan al unísono Creación y Liturgia, y, bajo la dirección del único Maestro, nos ofrece el ejercicio de una siembra a corto y largo plazo.

A corto plazo, la predicación al hilo de las fiestas litúrgicas recoge la luz de la Palabra de Dios que alumbra los pasos de la Iglesia en este mundo. La Fiesta de la Presentación del Señor ha acogido la vigésimo segunda jornada mundial de la vida consagrada. Francisco, dirigiéndose a los consagrados, ha vuelto al origen de toda vocación: “Todo comenzó gracias al encuentro con el Señor”. El miércoles de ceniza el Papa ha retomado el mensaje de cuaresma para este año: para superar todo lo que hace enfriar el corazón, la Iglesia nos ofrece el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno. La cuaresma es tiempo rico para dejar que nuestro corazón vuelva a latir al palpitar del Corazón de Jesús. Las catequesis de las Audiencias de los miércoles continúan la exposición sobre la Santa Misa. Francisco se detiene ahora en la Liturgia de la Palabra. Las lecturas alcanzan su cima en el Evangelio, donde permanece la Palabra viva de Jesús.

A largo plazo, el Papa vuelve a mirar a los jóvenes y en el Mensaje para la trigésimo segunda jornada mundial de la juventud, a celebrar el Domingo de Ramos del presente año 2018, invita a dirigirnos de nuevo a la Virgen María, la joven de Nazaret, para escuchar con Ella la voz de Dios que infunde valor y da la gracia necesaria para responder a su llamada: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios (Lc 1, 30). Con la Carta Apostólica en forma de Motu proprio “Imparare a congedarsi” (“aprender a retirarse”), el papa Francisco ha introducido algunas modificaciones en la normativa que regula las renuncias de obispos y otros cargos pontificios: se mantiene la renuncia a los 75 años pero el Papa puede decidir no aceptarla o no responder, y en esos casos se espera “una nueva forma de disponibilidad”. “Quien se prepara a presentar la renuncia debe prepararse adecuadamente delante de Dios, despojándose de los deseos de poder y de la pretensión de ser indispensable… Cualquier posible prórroga se justificará únicamente por motivos relacionados con el bien común de la Iglesia”.

En febrero se ha hecho pública la Constitución Apostólica Veritatis gaudium sobre las Universidades y Facultades eclesiásticas, fechada el 8 de diciembre de 2017. Este documento sustituye la Constitución Apostólica Sapientia Christiana, promulgada por san Juan Pablo II, apenas iniciado su pontificado, en 1979. La nueva Constitución ofrece una actualización, en el sendero de la reforma del Concilio Vaticano II, de las directrices eclesiales para las universidades y centros de estudios eclesiásticos. La actualización pone el acento en la misión y quiere responder a las exigencias académicas del momento presente.