Vida consagrada y las crisis de la pandemia
por José Rico Pavés

Apenas estrenado el mes de febrero la Iglesia celebra la fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, momento en el que, desde hace veinticinco años, tiene lugar la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Este año el papa Francisco ha centrado la homilía de este día en la paciencia, a tres niveles: la paciencia de Simeón, la de Dios y la nuestra. Simeón no se dejó desgastar por el paso del tiempo. A pesar de los años, la llama de su corazón siguió ardiendo gracias a una paciencia aprendida en la oración y la vida de su pueblo. Su paciencia fue un reflejo de la paciencia de Dios, ejercicio de misericordia ante la debilidad humana, que nos da tiempo para cambiar. «Esta es la razón de nuestra esperanza: Dios nos espera sin cansarse nunca. Dios nos espera sin cansarse jamás. Cuando nos extraviamos, viene a buscarnos; cuando caemos por tierra, nos levanta; cuando volvemos a Él después de habernos perdido, nos espera con los brazos abiertos. Su amor no se mide en la balanza de nuestros cálculos humanos, sino que nos infunde siempre el valor de volver a empezar». Las personas consagradas deben aprender de Simeón a reflejar en sus vidas la paciencia de Dios en la propia vida personal, pues Dios es siempre fiel a sus promesas; en la vida comunitaria, llevando sobre los hombros la vida de quienes comparten la comunidad con sus debilidades y defectos; y ante el mundo, sabiendo esperar la luz en la oscuridad de la historia. Dos consejos finales a las personas consagradas: huir del chismorreo y no perder el sentido del humor.

En el Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, Francisco ha hecho balance del año anterior, calificado como un año de crisis provocadas o sacadas a la luz por la pandemia: crisis sanitaria, crisis ambiental, crisis económica y social, crisis política, crisis antropológica y de las relaciones humanas que ha provocado una catástrofe educativa. Ante esta situación, el año 2021 debe ser un tiempo bien aprovechado: «considero que la fraternidad es el verdadero remedio a la pandemia y a muchos males que nos han golpeado. Fraternidad y esperanza son como medicinas que hoy el mundo necesita, junto con las vacunas».