El obispo de Getafe, D. Ginés García Beltrán, ha querido compartir con todos los diocesanos lo que ha vivido en la Jornada Mundial de la Juventud. Días “llenos de gracias” que el Señor ha ido derramando sobre los jóvenes, los sacerdotes y los consagrados que los acompañaban, tanto en el encuentro de preparación en Tui, como después en Lisboa.
“A la vuelta de la Jornada Mundial de la Juventud que hemos celebrado la pasada semana en Lisboa, el primer sentimiento que brota del corazón es el agradecimiento al Señor por todo lo que hemos vivido en estos días, por tantas gracias que ha derramado sobre nosotros. Se palpaba Su presencia en cada momento, en cada lugar, también en la incomodidad que conlleva todo acontecimiento de esta magnitud.
Con la Diócesis de Getafe hemos participado en esta JMJ 2000 jóvenes, sin contar los que han ido con su movimiento o asociación.
El jueves 27 de julio, con la celebración de la Eucaristía por la mañana en distintos puntos de la Diócesis, comenzaba la peregrinación que tendría su primera estación en Tui (Pontevedra) donde nos juntamos el primer contingente de la expedición a Lisboa. Éramos unos 1.200 jóvenes en este primer momento. Han sido unos días de hondura espiritual, unido al ambiente de fiesta. En Tui pudimos ser testigos de la belleza de la comunión, como dice el salmo: “¡Qué gozo vivir los hermanos unidos!”.
Durante cuatro días compartimos la fe en la oración y las demás celebraciones, y especialmente en la Eucaristía celebrada y adorada; no faltó la reflexión y la formación, tampoco los momentos de fiesta. Hicimos visible de una forma sencilla y bella, al mismo tiempo, que somos una familia que camina en la Diócesis de Getafe.
Desde el comienzo quiero resaltar y agradecer la presencia de los sacerdotes –hemos sido 60 en esta JMJ- que se han entregado a los jóvenes, acompañándolos, escuchándolos, cuidándolos; también ha estado un grupo de consagrados y consagradas, y, por supuesto, nuestro Seminario.
El lunes 31 salimos para Lisboa a encontrarnos con el Papa, y con los miles y miles de jóvenes que llegaban desde todos los rincones del planeta: ha sido la JMJ más universal.
La primera tarde vivimos con alegría la Misa de los españoles, que nos introdujo en la dinámica del encuentro: catequesis, eucaristías, reflexión, confesiones, y una gran variedad de propuestas de todo tipo para los jóvenes allí reunidos.
Toda esta celebración adquirió mayor intensidad con la llegada del Papa, al que recibimos con júbilo, y con el que compartimos el Víacrucis, la Vigilia de oración la noche del sábado y la Eucaristía del domingo que clausuraba esta JMJ.
Aunque volveremos sobre este tema, hemos de destacar las enseñanzas del santo Padre en estos días; con un lenguaje sencillo, directo y juvenil, nos ha recordado la esencia de la fe cristiana, al tiempo que nos ha enseñado a vivirla, invitándonos a salir de nosotros mimos, porque somos amados por Dios, y la alegría de este amor siempre es misionera. ¡Qué gozo inunda el corazón humano cuando experimenta un amor tan grande que te quiere como eres, que te renueva, y que no es exclusivo de un grupo, sino que es de todos y para todos!
En estos días he experimentado la alegría de ver a una generación de jóvenes abierta a Cristo, sencillos y alegres, capaces de escuchar y hacer silencio en su corazón, de acercarse al perdón de Dios y adorar su presencia, jóvenes que viven la caridad y se cuidan, jóvenes dispuestos a seguir buscando lo que Dios quiere de cada uno.
Nos ha acompañado la presencia maternal de María, venerada en Portugal como Virgen de Fátima; la Madre que se apareció a aquellos pastorcitos para hablarle de conversión y salvación, de oración y amor. María nos volvió a dar la lección de una casa abierta para acoger a todos, también a tantos jóvenes que no conocen todavía al Señor.
Quiero terminar como empecé: agradeciendo. Agradezco a la Delegación diocesana de Juventud que ha hecho posible lo que hemos vivido estos días. Lo han hecho con gran maestría; pero, sobre todo, con mucha generosidad: muchas horas, mucho cansancio, y mucha ilusión. Que Dios os bendiga a todos.
Seguiremos reflexionando en el próximo curso sobre lo que hemos vivido, y lo que supone para nosotros esta experiencia".