18/04/2025. El Viernes Santo, el obispo de Getafe, Mons. Ginés García Beltrán, ha presidido en la Catedral la celebracion de la Pasión del Señor.

A continuación, el texto completo de la homilía: 

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Hoy, al contemplar la Cruz y la pasión de nuestro Señor Jesucristo, somos llamados a enfrentar el misterio profundo de su entrega, ese acto sublime que da sentido al dolor del mundo y a las heridas que habitan en el corazón de los hombres. En cada herida, en cada sufrimiento, en cada grito silenciado por la desesperanza, encontramos una conexión íntima con aquel que no sólo soportó, sino que transformó el sufrimiento en un puente hacia la vida.

El mundo, marcado por la injusticia, el egoísmo y la indiferencia, parece perdido en un océano de heridas. Las guerras, las divisiones y el rechazo nos han dejado cicatrices profundas. Pero Jesús, clavado en la Cruz, nos muestra que esas heridas no son el final. Él las lleva consigo, asume nuestro dolor y nos invita a mirar más allá del sufrimiento para descubrir el poder transformador del amor. Como decía San Agustín, "El Hijo de Dios sufrió para que fuésemos sanados. Él asumió lo que nosotros somos para darnos lo que Él es".

El amor que fluye desde la Cruz no es un amor pasivo; es un amor que actúa, que cura, que restaura. A través de su entrega, Jesús nos muestra que el sufrimiento no es vacío. Su sacrificio nos revela que cada lágrima, cada herida en el alma, tiene un propósito que se enraíza en el amor infinito de Dios. Como afirmaba San Juan Pablo II en su encíclica SalvificiDoloris, "El sufrimiento humano ha sido redimido por Cristo: es un misterio que une el dolor del hombre al amor redentor de Dios".

Hoy, mientras nos arrodillamos ante la Cruz, recordemos que no estamos solos en nuestros momentos más oscuros. Las heridas de nuestros corazones, las que parecen imposibles de sanar, encuentran en Jesús una respuesta. Su amor da sentido a nuestras pruebas y nos muestra que, incluso en la muerte, hay esperanza. Porque en su resurrección, la muerte cede paso a la vida eterna. En palabras de Benedicto XVI: "La cruz no es la negación de la vida, sino su consumación en el amor más puro".

Os invito, queridos hermanos, a depositar vuestros sufrimientos y ansiedades, vuestras dudas y vuestros miedos ante la Cruz. Dejad que el amor de Jesucristo transforme vuestros corazones, que cure las heridas y que les dé nueva vida. La Cruz es un recordatorio de que el sufrimiento no es el fin, sino el comienzo de algo más grande. En Cristo, la oscuridad se convierte en luz y la muerte en vida. Como nos recuerda el Papa Francisco: "Jesús, desde la cruz, no mira a sus verdugos con odio, sino con amor. Nos enseña que el amor transforma el mundo, uno por uno".

Al salir de la celebración de este Viernes Santo, llevemos con nosotros la verdad del amor que todo lo transforma. Seamos testigos de que, por su sacrificio, podemos encontrar sentido en el dolor y esperanza en el sufrimiento. Porque el misterio de su entrega nos lleva a una certeza: el amor de Cristo nos salva y nos hace pasar de la muerte a la vida.

Con María al pie de la cruz, contemplamos el misterio de un amor que transforma el dolor en vida. En ese instante, cuando el corazón de una madre se parte por el sacrificio de su Hijo, también se abre el costado del Salvador, y de allí fluye la vida nueva: la Iglesia, la humanidad redimida. María, en su dolor, se convierte en madre de todos nosotros, madre de una nueva creación que nace del amor entregado en la cruz. Y nosotros, como el discípulo amado, somos invitados a ocupar nuestro lugar junto a ella, a recibirla en nuestra casa, en nuestra vida, como Cristo nos ha confiado. 

No somos meros espectadores de este misterio; somos llamados a ser parte de esa nueva humanidad que vive bajo el signo del amor redentor. Que el testimonio de María nos inspire a vivir fielmente al pie de la cruz, conscientes de que allí, en el misterio del dolor y del amor, nacemos de nuevo en Cristo.

Entremos, hermanos, en el gran Silencio de este día para contemplar el gran amor con el que hemos sido amados y dejarnos transformar por él.