¿UNA LEY DE EDUCACIÓN EN TIEMPO DEL CORONAVIRUS?
La crisis de la pandemia del Covid-19 nos tiene tan consternados y ocupados que parece que no hubiera más temas a los que prestar atención, pero, al parecer, no es así. Hace unas semanas conocíamos por los medios de comunicación que comenzaba el trámite de aprobación de la nueva Ley de Educación en el Congreso de los Diputados.
Sinceramente no sé si es el momento más apropiado para legislar sobre un tema tan importante como la educación, un tema que, desgraciadamente, en España ha sido en los últimos tiempos tema de debate y disenso. No sería justo en este caso y en este momento utilizar aquellos de “A río revuelto…” Por eso, aprovechando esta reflexión mensual que tengo con vosotros a través de nuestra revista Padre de Todos, quiero compartir estos sencillos pensamientos, sin pretensión de agotar nada, que nos ayuden a afirmar nuestra identidad como propuesta de diálogo con la sociedad y con aquellos que tiene la tarea de darnos leyes justas y buenas.
La educación es esencial al hombre y a la sociedad, es el vehículo por el que el hombre, ser social por naturaleza, se incultura en su ambiente, en el mundo en el que vive. La educación nos da unos instrumentos que no sólo nos ayudan, sino que nos configuran, configuran la inteligencia, el corazón, y hasta la mirada. Todos adquirimos una educación de una u otra manera.
Educa la familia, educa la escuela, educa la calle y los medios de comunicación, educa la Iglesia. Pero surge una cuestión que no es menor: ¿Quién tiene el derecho y la obligación de procurar la educación? Sin duda que en primer lugar los padres. La paternidad/maternidad es generación y también educación –crecimiento-. Son los padres los que han de dar a los hijos la educación que en conciencia crean que han de darle, y lo hacen en casa y fuera de ella. Las otras instancias sociales también tienen esa obligación, pero siempre en subsidiariedad con respecto a los padres. Pretender sustituir a los padres en esta tarea no es propio de un estado, y menos de un estado democrático.
Por otra parte, está el concepto mismo de lo social. ¿es lo mismo social que estatal? ¿No es social la iniciativa privada? El estado ha de proteger y apoyar las iniciativas sociales que contribuyen al bien de la persona y al bien común. No se entiende que los colegios de iniciativa social o concertados no puedan tener las mismas posibilidades que los llamados públicos cuando así lo quieren sus padres por las razones que sean. Todos son ciudadanos y a todos hay que respetar el derecho de elegir la educación para sus hijos.
La educación configura a toda la persona, también su dimensión trascendente. Querer negar lo trascendente en el hombre es cerrar los ojos al propio corazón, a la realidad y a la misma historia. Negar hoy la educación religiosa a los niños y jóvenes es un hecho trasnochado. Para los creyentes es una necesidad básica, para los no creyentes respetar esta opción libre de los que lo somos, una exigencia de la libertad, de la justicia, y del respeto al otro. Dicho todo esto, creo que esta ley que se pretende aprobar en un tiempo como este, sin diálogo ni consenso no es una buena noticia, ni nace con vocación de futuro. Es una pena que España inaugure una ley nueva de educación cada vez que hay un cambio de gobierno. Nos merecemos algo más, nos merecemos una ley de educación que nos ofrezca un hombre y una sociedad mejores.
Desde esta humilde tribuna invito a todos al diálogo. Merece la pena hacer una ley entre todos y para todos, una ley para el crecimiento de cada hombre y de la sociedad. Se lo voy a pedir al Divino Maestro, y os invito también a que lo hagáis vosotros.
+ Ginés, Obispo de Getafe