Hace un año, al celebrar el Centenario de la Consagración de España al Corazón de Jesús, os escribimos una carta pastoral, en ella decíamos que “el momento presente exige, quizás más que nunca, evangelizar desde el corazón”. En aquel momento no podíamos imaginar que había de llegar una crisis humana y social como la que estamos viviendo por la pandemia del Covid-19, un gran sufrimiento infligido al corazón humano, el dolor de tantas familias ante la muerte y la enfermedad de sus seres queridos.
El confinamiento decretado por las autoridades no sólo nos encerraba en nuestras casas, sino que asestaba un duro golpe a nuestro corazón y a nuestras conciencias. Nos hemos refugiado en la incomprensión, el miedo y la sospecha ante un hecho que nos desborda, hemos mascado nuestra propia vulnerabilidad. No somos tan fuertes ni tan poderosos como creíamos, somos frágiles y necesitados.
Muchos, en este tiempo, han buscado refugio en la fe, incluso algunos en una fe que habían perdido por el camino, o habían aparcado en su cotidianidad; otros, por el contrario, se han preguntado: ¿dónde está Dios en todo esto? En definitiva, de una u otra manera, todos buscábamos respuestas.
En este contexto, las palabras de la carta pastoral, ‘Mirad al que traspasaron’, que he citado anteriormente, adquieren un sentido más real, más actual, más necesario. Es momento para anunciar a Jesucristo, y hemos de hacerlo desde el corazón. ¿Cómo llegar al corazón de nuestros contemporáneos? Desde el Corazón de Cristo. La lógica del corazón que brota del misterio del Corazón del Señor es el modo mejor de llenar el vacío del corazón humano.
El costado traspasado del Jesús del que nos habla el Evangelio es la imagen de tantos corazones también traspasados por la lanza de la duda, la incomprensión, el temor, la enfermedad, la soledad, la muerte. Es necesario que de esos costados brote la vida como del Corazón de Cristo, para ello hemos de llevar una palabra que ilumine y sane, además del consuelo de la esperanza y de la caridad.
Hace unos días, hemos celebrado la solemnidad del Corpus Christi, una fiesta para volver a poner ante nuestra mirada el centro de la fe cristiana: la presencia del Señor en las especies eucarísticas del pan y del vino, fuente de toda caridad cristiana. Con este motivo Cáritas reivindicaba el poder de cada gesto, de cada persona. En estos meses hemos descubierto que cada gesto es importante, y los gestos pequeños, aún más. Qué importante es un abrazo, la voz de los que queremos, la presencia de los demás; aquí es donde está nuestra fuerza. No somos más por el poder que tenemos, por el dinero que atesoramos, o por el gozo que procuramos. Nuestro poder es la fuerza del amor que damos y recibimos. El amor que se realiza en lo pequeño, en una mirada, en un abrazo, en una visita, en la ternura, en unas manos extendidas…
Dentro de unos días celebraremos la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Correspondamos al amor infinito de Dios con nuestro amor pequeño, realicemos un gesto para el Señor y para los hermanos. Eso es evangelizar con y desde el corazón, esa es la lógica del Evangelio.