Carta de D. Ginés García Beltrán con motivo del Día de la Iglesia diocesana
Todo es gracia. Ser consciente o hacerse consciente de esta realidad cambia la vida y cambia la visión acerca de lo que somos y tenemos. Vivir en el agradecimiento ensancha el corazón y nos hace capaces de vivir la bondad y la belleza de todo lo que existe, incluidos los reveses de la vida y el mismo sufrimiento.
San Pablo recuerda esta condición de agraciados cuando dice: “¿Qué tenéis que no hayáis recibido?”. Verdaderamente, todo lo que somos y tenemos lo hemos recibido de Dios, y esta es la muestra más clara de que somos fruto del amor. El mismo apóstol de las gentes dice en otro lugar: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”, de aquí que el orgullo y las actitudes de autosuficiencia empobrecen al hombre y niegan la verdad de lo que somos.
Al mirar a la Iglesia reconocemos en ella esta gracia que se nos ha dado. La Iglesia es un don de Dios para poder vivir en Él y caminar a la meta que se nos ha prometido. Cada día pienso y agradezco todo lo que he recibido de la Iglesia. Muchas veces la cultura en la que vivimos parece exigirnos que demostremos lo bueno que hace la Iglesia en favor de la sociedad, y no es difícil mostrar la relación larga de las muchas obras que se hacen en el campo social y caritativo, sin las cuales la sociedad sería peor; sin embargo, lo más grande que nos da la Iglesia cada día es a Jesús, nos lo da en su Palabra y en los sacramentos, en la comunión con los hermanos y en la caridad. La Iglesia es un don que nace de la voluntad del gran don de Dios a la humanidad: su Hijo Jesucristo. En el Hijo nos encontramos todos, y nos reconocemos quienes somos y como somos. Cada uno de los hermanos es un regalo para el otro. Tenemos que dar gracias a Dios porque nos da hermanos, por eso el corazón agradecido mira también al don de los demás.
El Día de la Iglesia Diocesana es un momento propicio para mirar y agradecer el don de cada uno, en cualquier lugar, en cualquier servicio eclesial. Pienso en cada una de las parroquias y comunidades de la diócesis y me viene el rostro de tantos cristianos buenos que cada día sostienen la Iglesia. Es Dios, por supuesto, pero sois también vosotros con Él y en Él, los que hacéis viva esta realidad gozosa que es la diócesis de Getafe. Quiero agradecer a todos desde lo más profundo de mi corazón vuestra colaboración en favor de la Iglesia. Ofrecéis vuestras personas y vuestro tiempo, dais cada día a la parroquia vuestras cualidades y vuestros bienes para el servicio de los demás, especialmente de los más pobres. Gracias por la oración que nos une y nos edifica, que nos hace testimonio de amor en medio de este mundo. Gracias por tanto. A la Virgen y Madre nuestra le ofrecemos nuestras vidas y la vida de esta Iglesia diocesana, que ella nos enseñe a vivir según el Corazón de su Hijo y no nos deje en este empeño.
A todos os saludo y os bendigo.