Muy queridos amigos y hermanos:
Es bueno que, al hacer nuestro plan de vacaciones, sepamos escuchar las palabras del salmo: “Sólo en Dios descansa mi alma porque de Él viene mi salvación. Sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar, no vacilaré” (s.61).
En el silencio y la paz del descanso veraniego podemos encontrarnos más fácilmente con la verdad de nuestra propia existencia, de lo que somos, de lo que sentimos y de lo que buscamos. Y, sobre todo, podemos encontrarnos con Dios y descubrir de nuevo en Él no sólo la fuerza para seguir luchando, sino también el descanso verdadero y la fuente última de la paz.
Os sugiero llevar en la maleta la Palabra de Dios, en particular el Evangelio, y utilizar estos días para vivir de una manera nueva las relaciones con Dios y con los demás.
Las vacaciones pueden ser un momento propicio para redescubrir la primacía de la vida interior. En realidad, sólo en el silencio el hombre logra escuchar en lo más íntimo de su ser la voz de Dios que verdaderamente le hace libre.
Es un tiempo para contemplar la creación, admirar su belleza y estremecerse ante esas maravillas que nos hacen presentir la grandeza del Creador. En la belleza de la creación el hombre puede ver un reflejo de la gloria divina y un impulso que le anime a tender con energía hacia la cumbre espiritual de la santidad.
La creación es un don magnífico que hay que observar con la atención con que la observaba Jesús, que sabía interpretar su lenguaje y sus significados. Es un don que hay que respetar, custodiar y proteger, y del que somos responsables ante Dios, ante los demás y ante la humanidad del futuro.
Aprovechemos también las vacaciones para descubrir con curiosidad inteligente y profunda los monumentos de la historia cristiana, sus catedrales, sus abadías, sus pequeñas ermitas y sus grandes obras culturales, que son el testimonio de una fe encarnada en la vida de los hombres y un auténtico patrimonio espiritual que nos une a nuestras raíces y nos hablan de la bondad y la sabiduría de Dios. La contemplación de estos lugares de sorprendente belleza invita a una oración por la humanidad para que, empujada por el espíritu del bien, se reconcilie con Dios, trabaje por la paz y se deje guiar por la luz interior de la ley divina que brilla en el interior más íntimo de la conciencia de cada ser humano.
Necesitamos pararnos y encontrar el sosiego y el silencio necesarios para recordar de nuevo las cosas más esenciales de la vida. Así, las vacaciones podrán tener para nosotros un contenido nuevo.
Con mi bendición y afecto.
+ Joaquín María. Obispo de Getafe
Getafe, 5 de Julio de 2016