Guadix, 3 de enero de 2018
Queridos hermanos y hermanas en el Señor de la diócesis de Getafe:
Hoy me presento ante vosotros como vuestro nuevo Obispo. Lo hago con la confianza del que se siente llamado y enviado a este ministerio por el Señor, con el único deseo de ser entre vosotros un pastor según el corazón de Cristo.
Agradezco de corazón al Santo Padre Francisco por la confianza al encomendarme el cuidado pastoral de la diócesis de Getafe. Desde aquí manifiesto mi adhesión y mi afecto filial a su persona y ministerio.
Hace unos días recibí la noticia de mi nuevo destino, y desde entonces vienen sin cesar a mi cabeza y a mi corazón las palabras del apóstol San Pablo al comienzo de su carta a los Colosenses: “Damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando siempre por vosotros, al tener noticia de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está reservada en los cielos…” (1,3-5).
He rezado por vosotros, y aun sin conoceros personalmente ya os quiero como hijos y hermanos. La oración del pastor alimenta al pueblo y fortalece el cuerpo de la Iglesia. Rezad también vosotros por mí para que me gaste y me desgaste en vuestro servicio para gloria de Dios.
Como dice el Apóstol, he oído hablar de vuestra fe, y sé que sois, somos, una Iglesia joven y con un gran dinamismo apostólico, que se abre al futuro con esperanza. Son muchas las personas, parroquias, comunidades, asociaciones y movimientos los que hermoseáis la Iglesia de Getafe con la variedad y riqueza de vuestros carismas. Os animo a seguir adelante, no os faltará el aliento y la compañía de vuestro Obispo que con vosotros seguirá esparciendo la semilla de la fe.
Vengo de una Diócesis que hunde sus raíces en la tierra desde los comienzos mismos de la Iglesia, la diócesis de Guadix, donde he dado mis primeros pasos como Obispo. Doy gracias al Señor por todo lo que me ha concedido vivir estos últimos ocho años.
Ahora es el momento de comenzar una nueva etapa de nuestra vida. Soy consciente que no vengo a comenzar nada, como tampoco nada terminará conmigo. La Iglesia es del Señor, y nosotros instrumentos en sus manos. Continuaré esa preciosa cadena que es la Sucesión Apostólica, siguiendo con el espíritu y la tarea de mis antecesores. Saludo con gran afecto a Mons. López de Andújar, nuestro querido D. Joaquín, hombre bueno y entregado a su pueblo, y le agradezco de corazón su acogida tan cercana y fraterna desde el primer momento. Sabe que contamos con él. También mi saludo fraterno al Sr. Obispo Auxiliar, Mons. José Rico Pavés, juntos trabajaremos desde el ministerio episcopal para vuestro bien.
Os saludo con afecto a vosotros, queridos hermanos sacerdotes. Un Obispo poco puede hacer sin la ayuda y la colaboración de su Presbiterio. Cuento con vosotros para la hermosa tarea de la evangelización, y hemos de hacerlo con el testimonio de nuestra fraternidad. Formamos un cuerpo sacerdotal que camina y vive unido en la riqueza de la pluralidad. El testimonio de nuestra santidad será el mejor ejemplo para el pueblo que se nos ha encomendado.
A vosotros, queridos seminaristas, una palabra de cariño y esperanza. El Seminario tiene que seguir siendo el centro de nuestra diócesis, y vosotros los mejores agentes de la pastoral vocacional. Ánimo, que el Señor es buen pagador al que se entrega a su servicio.
He pensado mucho en vosotros, queridos consagrados. En las religiosas contemplativas que nos sostienen con su oración, y los demás religiosos y religiosas de la diócesis. No me puedo olvidar de los miembros de Institutos seculares y Sociedades de vida apostólica u otros modos de consagración. Con vuestros carismas enriquecéis la vida de la Iglesia.
Y a vosotros, pueblo santo de Dios. A los niños, a los jóvenes, a las familias, a los que formáis parte de asociaciones de fieles o de movimientos eclesiales; a todos mi saludo y el deseo de encontraros pronto.
No quiero dejar de dirigirme de una manera especial a todos lo que pasáis por el sufrimiento, a los pobres, a los enfermos, a los que habéis vivido o estáis viviendo las consecuencias de la crisis económica, a los que habéis llegado de otros países. Estáis en el corazón de vuestro nuevo Obispo.
Mi saludo y mi respeto a la autoridades civiles, con las que espero tener la cercanía y colaboración necesarias por el bien de los hombres y las mujeres de esta tierra.
Pongo mi ministerio episcopal entre vosotros en el regazo materno de la Virgen Santísima bajo la advocación de los Ángeles, patrona de nuestra Diócesis, y pido la intercesión de nuestros santos, Benito Menni, Maravillas de Jesús y Faustino Míguez, y la de los beatos, Mª Ángeles de San José y Jacinto Hoyuelos.
A los pies del Sagrado Corazón de Jesús, en el centro de la vida de nuestra Diócesis dejo mi oración con las palabras de Santa Maravillas de Jesús: “Lo que Dios quiera, cuando Dios quiera, y como Dios quiera”.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés García Beltrán
Obispo electo de Getafe