¡Hola familia querida!, nuevamente nos encontramos con san Juan Pablo II y nuestros: “Diálogos de fe”, conversando imaginariamente con él, pero con respuestas literales de sus escritos. En sus viajes por el mundo fue reconocido como un Mensajero de la Paz, ¿Nos puedes dar, querido Papa santo, las claves para una verdadera paz?, le escuchamos:
"La paz exige cuatro condiciones esenciales: Verdad, justicia, amor y libertad. La verdad, será fundamento de la paz cuando cada individuo tome conciencia rectamente, más que de los propios derechos, también de los propios deberes con los otros. La justicia, edificará la paz cuando cada uno respete concretamente los derechos ajenos y se esfuerce por cumplir plenamente los mismos deberes con los demás.
El amor será fermento de paz, cuando la gente sienta las necesidades de los demás como propias y comparta con ellos lo que posee, empezando por los valores del espíritu. La libertad, alimentará la paz y la hará fructificar cuando, en la elección de los medios para alcanzarla, los individuos se guíen por la razón y asuman con valentía la responsabilidad de las propias acciones.
El clima de paz verdadera entre las naciones no consiste en la simple ausencia de enfrentamientos bélicos, sino en una voluntad consciente y efectiva de buscar el bien de todos los pueblos, de manera que cada Estado, al definir su política exterior piense en una contribución específica al bien común internacional.
La paz y la violencia germinan en el corazón del hombre, sobre el cual sólo Dios tiene poder. La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas.
La verdadera reconciliación entre hombres enfrentados y enemistados solo es posible, si se dejan reconciliar al mismo tiempo con Dios. No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. La auténtica religión no apoya el terrorismo y la violencia, sino que busca promover de toda forma posible la unidad y la paz de la familia humana.
La paz es uno de los bienes más preciosos para las personas, para los pueblos y para los Estados. En este tiempo amenazado por la violencia, por el odio y por la guerra, testimoniad que Él y sólo Él puede dar la verdadera paz al corazón del hombre, a las familias y a los pueblos de la tierra. Esforzaos por buscar y promover la paz, la justicia y la fraternidad. Y no olvidéis la palabra del Evangelio: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios". (Mt 5,9).”
Hasta aquí sus palabras amigas que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. Asumimos el desafío de trabajar por la paz, para ser llamados un día ¡hijos de Dios! Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo y nos encontramos la semana que viene para dialogar en la fe contigo: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!