¡Hola familia querida!, volvemos a encontrarnos con nuestros diálogos con san Juan Pablo II, el Papa de la familia. ¡Qué maravilloso lo que nos decía la semana pasada……: “¡Quien no se decide a querer para siempre, es difícil que pueda amar de veras un solo día!”. Hoy le preguntamos ¿Se puede hoy proponer a la Sagrada Familia de Jesús, María y José, modelo de cada familia? Le escuchamos:
“Claro que sí, mis hermanos todos, yo mismo os propongo el modelo de la Sagrada Familia. El Hogar de Nazaret nos muestra cómo las obligaciones familiares, por pequeñas y corrientes que parezcan, son lugar de encuentro con Dios. No descuidéis esas relaciones y esos quehaceres: si una persona mostrara gran interés por los problemas del trabajo, de la sociedad, de la política, y descuidara los de la familia, podría decirse de ella que ha trastocado su escala de valores.
El tiempo mejor empleado es el que se dedica a la esposa, al esposo, a los hijos. La tarea más importante que tenéis entre manos es empeñaros para que fructifique, más y mejor cada día, el amor dentro del hogar.
Feliz el cónyuge que acepta con temor de Dios el gran don del amor de su otro cónyuge, y lo corresponde. Feliz la pareja cuya unión matrimonial está presidida por una profunda responsabilidad por el don de la vida, que tiene su inicio en esta unión. Es éste verdaderamente un gran misterio y una gran responsabilidad: dar la vida a nuevos seres, hechos “a imagen y semejanza de Dios”.
Resulta necesario, por consiguiente, que el temor salvífico de Dios, induzca a que el auténtico amor de los esposos dure “todos los día de su vida”. Es necesario también que fructifique mediante una procreación responsable, según el querer de Dios.
El amor responsable, propio del matrimonio, revela también que la donación conyugal, por ser plena, compromete a toda la persona: cuerpo y alma. Por eso, la relación matrimonial no sería auténtica, sino una convergencia de egoísmos, cuando se descuida el aspecto espiritual y religioso del hombre. En ella, por tanto, no podéis olvidaros de Dios ni oponeros a su voluntad, cerrando artificialmente las fuentes de la vida.
¡Esposos y padres! ¡Amaos con amor recíproco, generoso y fecundo en los hijos que Dios quiera daros! ¡Acudid a la intercesión de María Santísima y a la de su esposo San José para que la gracia del sacramento del matrimonio permanezca en vosotros, y fructifique con el amor que está en Dios y que a Dios conduce! Así sea.”
Hasta aquí sus palabras amigas que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. “¡Que la Sagrada Familia de Jesús, María y José sea modelo de cada familia, de vuestra familia!” Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo y nos encontramos la semana que viene para dialogar en la fe contigo: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!