¡Hola familia querida!, nos encontramos nuevamente para seguir dialogando en la fe con san Juan Pablo II, quien nos decía en el programa anterior que “Todos están llamados a participar responsablemente en la vida pública, cada uno desde su propio puesto”. Hoy le preguntamos ¿Cómo debe ser la relación entre la Iglesia y el Estado? Le escuchamos:
“La Iglesia reconoce, respeta y alienta la legítima autonomía de las realidades temporales, y específicamente de la política. Su misión propia la sitúa en un plano diverso ella es “signo y salvaguarda del carácter trascendente de la persona humana” (Gadium et spes, 76).
No obstante, el mensaje cristiano es portador de una buena nueva para todos, también para el mundo político, económico y jurídico. Cuando la autoridad de la Iglesia, proclama la doctrina cristiana o emite juicios de carácter moral sobre las realidades de orden político, y cuando impulsa la promoción de la dignidad y los derechos inalienables del hombre busca sobre todo el bien integral de la comunidad política, y, el bien integral de la persona.
Al mismo tiempo, la Iglesia reconoce que corresponde a los laicos católicos como algo propio el vasto campo de cuestiones políticas, en las que caben soluciones diversas, entre las cuales han de buscar aquellas compatibles con los valores evangélicos. Ellos tienen la gran responsabilidad de buscar y aplicar soluciones verdaderamente humanas a los desafíos de los nuevos tiempos.
Tanto el Estado como la Iglesia, cada uno en su propio campo y con sus propios medios, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. Se abre así un amplio espacio de diálogo y de cooperación, partiendo siempre del respeto mutuo a la propia identidad y funciones de cada una de las dos instituciones.
La ya larga historia de tantos pueblos, ligada por múltiples vínculos a la herencia cristiana que ha recibido, lo demuestra con sobrada elocuencia. En esa trayectoria se han ido forjando las condiciones propicias para que la colaboración entre la Iglesia y la comunidad política sea particularmente fecunda.
Espero que en el futuro, se incremente esa recíproca ayuda, comprensión y respeto, manifestados en forma adecuada de cooperación –siempre con un fin trascendente- de la Iglesia, “experta en humanidad”.
Hasta aquí sus palabras amigas que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. “Tanto el Estado como la Iglesia, cada uno en su propio campo y con sus propios medios, están al servicio de la vocación personal y social del hombre”. Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo y nos encontramos la semana que viene para seguir dialogando contigo en la fe: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!