«¿Infectarme? Más bien, miedo a lo que pase después, pero confiando en Dios, en su santísima Madre, y una y otra vez creyendo que es la vocación a la que nos ha llamado». Son palabras de Pablo Fernández López-Peláez, uno de los dos capellanes del Hospital Rey Juan Carlos, de Móstoles. La diócesis de Getafe ha puesto en marcha una iniciativa para quienes tienen familiares hospitalizados en alguno de los centros que pertenecen al territorio de esta diócesis puedan contactar con los capellanes, en el teléfono 672 311 794. Fernández ha atendido ya a unas seis familias, además de todas las visitas hospitalarias, que se hacen con la máxima seguridad posible. «Lo que más les angustia, mira, es la lejanía», explica. «La experiencia de acompañar a las familias es buena, porque por lo menos saben que estamos en el hospital y lo que les decimos es real», añade. Suele terminar las conversaciones dando la bendición por teléfono, tratando de ofrecer un poco de cercanía.
Cuenta Fernández que los sanitarios están desbordados, y que esta situación ha pillado a todo el mundo por sorpresa. En esta nueva situación, tampoco él permanece en el hospital de manera habitual, solo acude cuando le llaman. «Solo voy cuando hay que atender a alguien». En sus breves visitas, y dependiendo del paciente, ni siquiera hay manera de tocarlo. Las confesiones se hacen «casi desde la puerta» y la unción, cuando es posible darla, ungiendo el óleo con un guante. Por supuesto, siempre ataviado con un Equipo de Protección Individual (EPI). También presta especial atención a los sanitarios, a quienes trata de dar ánimos. «Mi frase cuando me encuentro alguno es: “Oye, además de aplaudiros, que sepas que estoy rezando por vosotros”. Y si veo que sonríen, les doy la bendición», relata.