La santidad de la vida cotidiana
Por José Rico Pavés

La Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Panamá ha marcado el comienzo de un mes que ha sido testigo de acontecimientos inéditos en la historia del papado, como el viaje de un Papa a un país musulmán o la celebración de una cumbre para abordar los abusos sexuales perpetrados por clérigos. En Panamá ha vuelto a resplandecer el rostro más hermoso de la Iglesia. Cuanto más se mira la Iglesia en la Virgen María más resplandece en ella la belleza de la gracia que Jesucristo quiere para la humanidad toda, llamada a formar parte de ella. Es la belleza de la comunión católica en torno al Sucesor de Pedro; la belleza de la iglesia de Panamá y América Central, acogedora, generosa y alegre; la belleza de una juventud, a quien pertenece el hoy de la Iglesia y del mundo, que contagia esperanza cuando se deja influir por María. Es la belleza de las bienaventuranzas, hoja de ruta para gustar la santidad de la vida cotidiana.

Al cumplirse el octavo centenario del encuentro entre san Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kämil, el Papa ha viajado, por primera vez en la Historia, a la península arábiga. La memoria del pobre de Asís ha sostenido al Sucesor de Pedro en su empeño para que el diálogo entre el cristianismo y el islam sea un factor decisivo para la paz en el mundo de hoy. Un fruto singular de este viaje ha sido la firma del Documento sobre la Fraternidad Humana, una proclamación de la vocación común de todos los hombres y mujeres de ser hermanos en cuanto hijos e hijas de Dios, compromiso firme en favor de la paz y condena enérgica de cualquier forma de violencia, especialmente la que busca su justificación en la religión. No extraña la valoración de Francisco: “este viaje pertenece a las sorpresas de Dios. Por lo tanto, alabémoslo, así como a su providencia, y recemos para que las semillas esparcidas den frutos según su santa voluntad”. Enorme expectación mundial ha provocado el encuentro para la protección de los menores en la Iglesia. El Papa ha convocado a los líderes eclesiásticos de todo el mundo consciente de que el flagelo de los abusos sexuales contra menores, perpetrados y silenciados por clérigos, es un mal de gravedad extrema que aflige a la Iglesia y a la humanidad. Al inicio del encuentro, Francisco ha pedido audacia, valentía y concreción, y ha rogado al Espíritu Santo que ayude a la Iglesia a transformar este mal en una oportunidad para tomar conciencia y afrontar una responsable purificación. “El Pueblo santo de Dios nos mira y espera de nosotros, no solo simples y obvias condenas, sino disponer medidas concretas y efectivas. Es necesario concreción”.

¿Cómo no recordar en este mes las palabras cercanas y esperanzadoras a los seminaristas y sacerdotes de Getafe? “Sigan adelante. La oración no la dejen y, en la oración, la Virgen. Y después cercanía al pueblo de Dios, siempre cercanos al pueblo, porque si un cura se aleja del pueblo de Dios se clericaliza en el peor sentido del término… Falta una sola cosa: cercanos al obispo”. Consejos de oro para que los llamados a ser sacerdotes según el Corazón de Cristo cultiven la santidad de la vida cotidiana.