Estupor y alegría
Por José Rico Pavés

 

La cima del tiempo pascual nos lleva año tras año a la experiencia renovada de Pentecostés. En esta ocasión, el ritmo propio de la liturgia nos ha dejado un mes de junio cargado de celebraciones de enorme trascendencia para la vida de la Iglesia. El don del Espíritu Santo nos renueva por dentro y por fuera. Subraya el Papa en esta ocasión la armonía como fruto del Espíritu que nos transforma interiormente y entre nosotros. Al hilo de la Palabra de Dios proclamada en la liturgia, Francisco ha centrado su predicación sobre la efusión del Espíritu Santo en el costado traspasado de Cristo. El río de agua viva del Espíritu Santo brota del Corazón de Jesús, de su costado traspasado, lavando y fecundando a la Iglesia. La búsqueda de la armonía que obra el Espíritu Santo ha llevado al Papa a ponerse, una vez más, en camino. Si el mes comenzó con el viaje apostólico a Rumanía, se continuó con otras dos visitas en el territorio italiano: la zona sacudida por los terremotos de 2016, en las diócesis de Camerino-Sanseverino Marche, y la Facultad Teológica de Nápoles donde Francisco ha explicado cómo entiende la tarea de la teología en el momento presente. En el misterio de la Trinidad Santa encuentra el Papa luz para llevar consuelo a quienes padecieron las consecuencias trágicas de los terremotos. En el misterio de la Eucaristía se desvela la verdad del amor más grande, que debe inspirar siempre la labor teológica. Estupor y alegría se renuevan ante este don inefable: “La fiesta del Corpus Christi nos invita cada año a renovar el estupor y la alegría por este don estupendo del Señor, que es la Eucaristía. En la Eucaristía está la síntesis de toda la existencia de Jesús, que ha sido un único acto de amor al Padre y a los hermanos”. La elección del libro de los Hechos de los apóstoles como objeto para un nuevo ciclo de catequesis nos ofrece una clave importante para descubrir el alcance de algunas expresiones del papa Francisco. En este libro del Nuevo Testamento se nos ofrece el relato de la Iglesia naciente y del “viaje del Evangelio”. La comunidad de los orígenes descrita por san Lucas muestra los elementos necesarios para comprender que la Iglesia, comparada a un hospital de campaña, debe estar “en salida”. La perseverancia en la enseñanza de los apóstoles y en la comunión que brota de la Eucaristía, la oración y el compartir con los hermanos todos los bienes espirituales y materiales, son rasgos de la Iglesia en todos los tiempos. “La liturgia no es un aspecto más de la Iglesia, sino la expresión de su esencia, el lugar donde nos encontramos con el Resucitado y experimentamos su amor”. Si se entendiera la necesaria proyección misionera y curativa de la misión evangelizadora de la Iglesia en perjuicio de la Liturgia, se estaría pervirtiendo la naturaleza misma de la Iglesia. Sin el encuentro con el Resucitado que la Liturgia nos regala se vacía la vida interior de los fieles y el apostolado pierde su alma; el estupor alegre se convertiría entonces en triste rutina plomiza. .