Sensus Ecclesiae
Por José Rico Pavés

 

Terminaba el mes de junio con una carta del Papa Francisco al Pueblo de Dios que peregrina en Alemania. Importa notar que los destinatarios son todos los miembros de la Iglesia y no sólo los pastores de las diferentes comunidades católicas alemanas. En los últimos años se vienen publicando datos alarmantes del creciente número de personas que deciden “darse de baja” de la Iglesia Católica. La situación afecta también a las comunidades cristianas protestantes, en las que el número de abandonos es aún mayor. Esta dolorosa situación ya había sido notada por Benedicto XVI, quien advertía al inicio de su pontificado, que el decaimiento de la fe no sólo se daba en el Este, donde la mayoría de la población está sin bautizar, sino también en las llamadas regiones de tradición católica. Si preocupante es esta situación, también lo son las propuestas que, según algunos medios, proponen algunos dirigentes eclesiásticos para su remedio. Sabiendo que los pastores han propuesto afrontar esta situación impulsando un camino sinodal, el Papa se dirige en esta carta a los católicos alemanes para pedirles que el “sentido de Iglesia” (sensus Ecclesiae) oriente todas las decisiones. El interés del Papa no es tanto lamentar la gravedad de los problemas como transmitir esperanza en su resolución. La carta se apoya principalmente en la Exhortación Evangelii gaudium y recuerda que una de las primeras y grandes tentaciones a nivel eclesial es creer que las soluciones a los problemas presentes y futuros pueden venir exclusivamente de reformas puramente estructurales o burocráticas pero que no van al núcleo. Frente a esa tentación, pide el Papa que se adopten soluciones en clave teologal “para que el Evangelio de la Gracia con la irrupción del Espíritu Santo sea la luz y guía para enfrentar estos desafíos”. Es necesario, recuerda Francisco, recuperar el primado de la evangelización, teniendo como principal preocupación compartir la alegría de creer y salir al encuentro de los hermanos, especialmente de aquellos que se encuentran tirados en el umbral de los templos, de las plazas y calles. En tiempos como los actuales, de fuerte fragmentación y polarización, pide el Papa cuidar que el sentido de Iglesia esté presente en toda decisión. “Se trata de vivir y de sentir con la Iglesia y en la Iglesia, lo cual, en no pocas situaciones, también nos llevará a sufrir en la Iglesia y con la Iglesia”. Si las Iglesias particulares se encuentran separadas del entero cuerpo eclesial, se debilitan, marchitan y mueren. Frente a los particularismos que alejan de la Iglesia universal, Francisco propone profundizar en las fuentes de la Tradición viva para volver a encender el amor primero. “Necesitamos oración, penitencia y adoración”. Pide el Papa, en fin, dar a la tarea misionera una impronta mariana, pues “cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En Ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes”. ¿Cómo no reconocer en estas orientaciones una palabra luminosa para la Iglesia Católica en cualquier lugar donde se encuentra?