Prudencia audaz
Por José Rico Pavés

 

Octubre de 2019 será recordado como un mes especialmente intenso en el pontificado del papa Francisco. No es que haya faltado intensidad antes o vaya a faltar en adelante. La intensidad tiene que ver con el impulso misionero que vertebra sus gestos y enseñanzas, hasta el punto de convertirse en la clave principal de comprensión de su papado. Consciente de que la Iglesia se encuentra embarcada en una nueva etapa evangelizadora, Francisco realiza gestos y pronuncia palabras que buscan continuamente abrir nuevos caminos para la evangelización. Prueba de ello son dos acontecimientos destacados, vividos en las últimas semanas: el mes misionero extraordinario y el sínodo para la región panamazónica.

El mes misionero extraordinario ha sido convocado recordando el centenario de la Carta Apostólica Maximum Illud del papa Benedicto XV, con la que dio un nuevo impulso a la misión evangelizadora desviculándola definitivamente de los procesos históricos de colonización. Las directrices del Papa hace cien años generaron respuestas generosas en muchos miembros del Pueblo de Dios que entregaron su vida a la evangelización dejando sus lugares de origen. El mismo papa Benedicto XV fue el que dirigió un telegrama de felicitación y bendición a los católicos españoles que se congregaron en el Cerro de los Ángeles para bendecir el monumento y consagrar la nación al Sagrado Corazón de Jesús. El papa Francisco convocó este mes misionero extraordinario en octubre de 2017 “con el fin de alimentar el ardor de la actividad evangelizadora de la Iglesia ad gentes”. En España, la celebración de estos dos centenarios nos recuerda que en el principio, centro y fin de la tarea evangelizadora está el Corazón de Cristo y el fuego de su amor, único capaz de alimentar el ardor misionero.

Del Sínodo para la región panamazónica el Papa ha valorado, en una primera instancia, el bien que ha supuesto “caminar juntos”: “estamos entendiendo, cada vez más qué es esto de caminar juntos, estamos entendiendo qué significa discernir, qué significa escuchar, qué significa incorporar la rica tradición de la Iglesia a los momentos coyunturales”. Y al hacer esta valoración, el mismo Papa nos ha dejado un criterio fundamental, más allá de los gestos y palabras desconcertantes que se han visto y oído estos días: las aportaciones del Sínodo deben ser recibidas en el surco vivo de la Tradición. Citando a G. Mahler, Francisco ha afirmado que “la tradición es la salvaguarda del futuro y no la custodia de las cenizas”. Para el Papa, de las cuatro dimensiones que han sido objeto de reflexión (cultural, ecológica, social y pastoral), la pastoral es la más importante. “El anuncio del Evangelio urge, pero de modo que sea entendido, que sea asimilado, que sea comprendido por esas culturas”. Se entiende así que al inicio del Sínodo el Papa formulara una petición: “Que el Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas, nos dé su prudencia audaz, inspire nuestro Sínodo para renovar los caminos de la Iglesia en Amazonia, de modo que no se apague el fuego de la misión”.