En pocos trazos Noviembre 2019
Amplitud de miradas
Por José Rico Pavés


La orientación del último mes del año litúrgico ha marcado la enseñanza del Papa. Al hilo de la Palabra de Dios proclamada en la Liturgia, Francisco ha vuelto a recordar que la llamada a la santidad es la vocación propia de todo bautizado. En docilidad a la acción del Espíritu Santo, cada discípulo de Jesús está llamado a vivir su misma vida, teniendo como norma la palabra siempre nueva de las bienaventuranzas. La oración por los fieles difuntos y la solemnidad que cierra el año litúrgico nos ayudan a fortalecer la esperanza, sabiendo que en Jesucristo Rey la historia universal y la propia alcanzan su finalidad última.

En las Audiencias de los miércoles, Francisco continúa desarrollando la catequesis sobre el libro de los Hechos de los apóstoles. Acompañando a san Pablo en sus viajes apostólicos, el Papa se detiene en la predicación del apóstol en el areópago de Atenas. Ahí encuentra Francisco el modelo de una acción evangelizadora que se despliega tendiendo puentes con las culturas que encuentra a su paso y no condenándolas o destruyéndolas.

Lo que en las audiencias se enseña con las palabras, el Papa lo plasma con sus acciones. Y si Pablo es modelo de evangelización, el último viaje apostólico a Tailandia y Japón es un intento concreto de llevar a la práctica lo mismo que el apóstol de los gentiles vivió. En Tailandia Francisco ha querido rendir homenaje a la rica tradición espiritual y cultural del pueblo Thai, animando los esfuerzos a favor de la armonía entre los diversos componentes que conforman la nación. El Papa ha tenido tiempo para encontrarse con el Patriarca Supremo de los budistas y para participar en un encuentro ecuménico e interreligioso. La minoría católica se ha visto confortada por la presencia de Francisco, quien ha animado a los católicos a no tener miedo a inculturar el evangelio cada vez más. La inculturación -les ha dicho- “es mucho más que realizar traducciones … es dejar que el Evangelio se desvista de ropajes buenos pero extranjeros, para sonar con la música que a ustedes les es propia en esta tierra y hacer vibrar el alma de nuestros hermanos con la misma belleza que encendió nuestro corazón”.



A Japón llegó Francisco bajo el lema “proteger todo tipo de vida”, recordando las heridas del bombardeo atómico y del desastre del 2011. En Nagasaki e Hiroshima ha condenado la hipocresía de quienes hablan de paz, pero siguen produciendo y vendiendo material bélico. Especial recuerdo ha querido tener el Papa con los mártires san Pablo Miki y compañeros que refrendaron su misión evangelizadora con la entrega de la propia vida. Con el emperador y los jóvenes ha manifestado el deseo de “de promover una cultura del encuentro y del diálogo, caracterizada por la amplitud de miradas y la sabiduría”.

Amplitud de miras y sabiduría se requieren para llevar a cabo lo que Francisco nos está pidiendo con tanta insistencia a través de la Jornada Mundial de los pobres: “un cambio de mentalidad para redescubrir lo esencial de anuncio del Reino de Dios… Los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro de Jesucristo”.