San Juan Pablo Magno
Por José Rico Pavés

Hasta la fecha, la tradición cristiana ha reservado el apodo de Magno únicamente a dos pontífices de la antigüedad: san León I (+461) y san Gregorio I (+604). Con motivo del centenario del nacimiento de san Juan Pablo II, celebrado el pasado 18 de mayo, se ha publicado un libro entrevista del papa Francisco, con el título San Juan Pablo Magno, editado por el periodista italiano Luigi Maria Epicopo. En fecha tan significativa, Francisco realizaba un acto de enorme elocuencia: la última de las celebraciones de la eucaristía a puerta cerrada tenía lugar en el altar de san Juan Pablo II de la Basílica de san Pedro, donde descansan sus restos mortales. En la homilía pronunciada en esta misa, repasando la figura enorme del Papa polaco, Francisco nos dejaba una hoja de ruta para salir del confinamiento forzado por la pandemia.

Las palabras del salmista abren la predicación del Papa: El Señor ama a su pueblo (Sal 149,4), para exclamar a continuación: «Recordando a san Juan Pablo II, repetimos esto: “El Señor ama a su pueblo”, “el Señor ha visitado a su pueblo”; ha enviado a un pastor». Siendo muchas las huellas del Buen Pastor que se reconocen en Juan Pablo II, Francisco propone detenerse en tres: oración, cercanía a la gente y amor a la justicia. «Juan Pablo II era un hombre de Dios porque rezaba y rezaba mucho. Sabía bien que la primera tarea de un obispo es rezar». La segunda huella es la cercanía: no fue un hombre separado del pueblo, sino que buscó a su pueblo y se acercó a él, como prueban sus viajes misioneros. En la cercanía de san Juan Pablo II se reconoce la cercanía de Dios mismo a su pueblo, que alcanza su expresión máxima en Jesucristo. La tercera huella es el amor por la justicia, en sentido pleno, por eso fue el hombre de la misericordia: comprendió que la justicia de Dios tiene rostro de misericordia.

Cuando somos llamados a vivir el gozo de la comunión eclesial para reconocer la acción amorosa de Dios, incluso en el sufrimiento de la pandemia, el testimonio de san Juan Pablo Magno nos muestra un camino seguro para curar heridas, consolar a los tristes, ensanchar alegrías y llevar a todos esperanza: oración, cercanía y amor a la justicia.