01/08/2024. El párroco de Jesús y San Martín, Pablo Fernández Martos, ha viajado de misiones a Kenia junto a un grupo de jóvenes y con la colaboración de una organización llamada Matunda Familia, creada por una familia de Boadilla del Monte. Matunda es una palabra en suajili que significa ‘frutos y familia’, igual que en España.
Esta organización está tratando de ayudar a niños y personas con discapacidad en Kenia, concretamente en la ciudad de Ngong, lugar hasta el que se ha trasladado este sacerdote diocesano.
Desde aquel territorio africano nos hace llegar su testimonio y también su petición de ayuda para comprar una nueva furgoneta con la que trasladar a los pequeños desde su casa hasta la escuela.
“Matunda ayuda en las escuelas a crear aulas especiales a las que puedan asistir estos niños. Han conseguido una furgoneta con un conductor de confianza que todas las mañanas recoge a los niños haciendo diferentes rutas y les va llevando a tres escuelas que es donde, de momento, hay aulas especiales abiertas. Y en total, Matunda atiende más o menos a 50 niños y personas con discapacidad. Hay también algunos adultos”, explica Pablo.
Esto es algo revolucionario en esta localidad “porque está permitiendo que muchos niños que estaban en su casa sin poder salir y sin medios para poder educarse, puedan acudir ahora a las escuelas, lo que les llena de alegría y de contento”.
“Aunque la furgoneta que se ha averiado, se pueda reparar, necesita ser cambiada por otra más nueva que garantice el transporte de los más pequeños. La idea es facilitar la posibilidad de que estos niños puedan acudir a la escuela, tener una educación y lo necesario para poder salir adelante en un país donde, como podéis imaginar, las condiciones para niños con discapacidad son muy difíciles”.
El sacerdote y los jóvenes han tenido oportunidad de conocer todo el trabajo que se desarrolla con estos niños y también compartir su alegría y sus juegos, darles de comer o transportar seis sillas de ruedas donadas para los niños con más discapacidad.
“Felicity -relata Fernández Martos desde Kenia- tiene una parálisis cerebral y gracias a una silla especial y este transporte puede acudir a esta escuela donde dan lo que se puede dar. Sobre todo, se les da esa dignidad que muchas veces les falta a estas personas y el reconocimiento social y la visibilidad que a veces no tienen porque están un poco escondidos”.
“Es verdad que en África todo el mundo quiere la vida y acoge la vida, y los vecinos quieren mucho a esos niños, pero también es cierto que muchas veces no están preparados para tratarles o educarles; les quieren muchísimo, les cuidan lo mejor que pueden, pero no tienen tampoco las herramientas para poder hacerlo”, explica.
Fernández Martos comparte su emoción “al contemplar el rostro de Dios reflejado en estos rostros sonrientes y agradecidos que te reciben con una alegría desbordante”.
Los niños han acogido a la comitiva diocesana con cariño y con alegría, pero también con curiosidad ante su tipo de piel o de cabello.
“Uno tiene la sensación de que es el pastor el que va a buscar a la oveja perdida, pero también, al mismo tiempo, me siento abrazado por el Padre -representado en estos niños- como el Padre corre a abrazar al hijo en la parábola del ‘Hijo Pródigo’”, relata.
Los niños de la calle
Otra de las experiencias que más ha conmovido al párroco getafense es la visita al vertedero, un barrio enorme erigido sobre la basura. Allí ha encontrado una pequeña guardería que ha construido un hombre que en su infancia fue un niño de la calle y al que alguien, a su vez, ayudó a salir de esa situación.
Martos explica que “ahora él ha creado una especie de guardería, que tiene unos columpios y una pequeña aula, y donde recibe a 50 niños del vertedero a los que trata de dar de comer. Viven de la providencia, de lo que les dan para dar de comer, sobre todo arroz y legumbres".
“En medio de ese vertedero, en alguna de las casas que hemos visitado, la acogida ha sido increíble, con una gratitud muy grande. Y lo que más impresiona es que aquí, en Kenia, cuando alguien va a hablar en público, muchas veces empieza diciendo: ‘God is Good’ (Dios es bueno), y la gente contesta: ‘all the time’ (todo el tiempo). Entonces, el que está hablando dice: ‘todo el tiempo’, y la gente contesta: ‘Dios es bueno’. Es emocionante escucharlos decir eso, sobre todo en las condiciones de vida que tienen”, subraya.
“En todas partes, la gente con la que hablas, con la que tratas, siempre te dicen que Dios es bueno, que Dios está a cargo, que Dios les cuida, que Dios es fiel y bueno; impresiona muchísimo cuando te lo dice alguien que vive en una casa que tiene fácilmente cuatro metros cuadrados y en la que viven cinco personas, con la cama en la sala común donde hay una mesita con la comida. Los baños siempre son comunes, una letrina común y una ducha común”, añade.
El sacerdote manifiesta que “en medio de esa pobreza, el más pobre soy yo; ellos son ricos en caridad y en sonrisas. Nos están dando unas lecciones muy grandes, estoy muy conmovido y muy agradecido a Dios de poder vivir esta experiencia”.
Además, en esta experiencia han visitado un hogar para niños de la calle -Global Rescue Hope- creado por un hombre que se llama Joseph, que fue un niño de la calle y que fue rescatado por un buen samaritano que permitió que estudiara y que sacara una carrera.
Se trata de una especie de nave gigante con varias divisiones donde hay literas y donde viven entre 100 y 140 niños varones a los que ha rescatado del robo y de esnifar pegamento. Allí comen y viven de la providencia, y hay confianza, sin cerraduras.
“Joseph vive allí con su familia, y no hay cerraduras ni en la oficina ni en ninguna sala, porque la idea es que los niños entiendan que confían en ellos y que no van a robar. Y, efectivamente, es así. Los niños y jóvenes que están allí van saliendo adelante. Han sacado adelante ya a 500 jóvenes”, destaca el sacerdote.
En su estancia allí, los niños rescatados compartieron su testimonio de vida en la calle y después canciones y oraciones con Pablo y los jóvenes que le acompañan en la misión.
Son muchas las experiencias vividas por este grupo diocesano. En los próximos días van a visitar a las Misioneras de la Caridad.
De momento, nos piden oraciones para que todo lo vivido dé buen fruto y también nuestra colaboración económica para que la organización Matunda pueda seguir desarrollando su labor solidaria en África.
Si alguien quiere colaborar, puede hacerlo por transferencia a ES59 2100 5731 7302 0048 9203 (Caixabank) o por BIZUM -MATUNDA-FSH al número 09360.