20/12/2024. El obispo de la diócesis, Mons. Ginés García Beltrán, en el Mensaje de Navidad de este año, recuerda que “es un tiempo para renovar nuestra esperanza y alegría”, y pide construir “un mundo con corazón”. “Solo el corazón puede superar lo que el individualismo ha fragmentado y dar unidad a nuestra historia personal”.

 A continuación, el TEXTO COMPLETO del Mensaje:

 

 
 
“Pero la esperanza, dice Dios, sí que me sorprende”.
 

Quiero comenzar este año mi mensaje de Navidad con las bellas palabras de Peguy sobre la segunda virtud, cuando estamos ya a las puertas del próximo Año Santo al que nos ha convocado el Papa Francisco, invitándonos a ser testigos de la esperanza.

En el mundo suenan las armas de la guerra, se han instalado los conflictos que nos dividen y levantan muros que nos impiden mirar al otro como un hermano y no como un enemigo; sigue habiendo desigualdades que dejan a muchos hombres y mujeres fuera del camino del progreso y de la dignidad humana; la vida no es respetada ni acogida; nos hemos instalado en el egoísmo y en una vida fácil, pero la esperanza no defrauda (Rom 5,5). Este es el momento de abrir nuestras vidas a la esperanza, la alegría y el amor, compartiéndolos generosamente con todos los que nos rodean.

Como dice el profeta Isaías: "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombra de muerte, y una luz les brilló" (Isaías 9,1). Hoy, esa luz brilla para nosotros en el nacimiento de Jesús, nuestro Salvador. Dios ha cumplido su promesa y nos invita a vivir con esperanza, sabiendo que su amor nos guía en cada paso.

No es momento para el miedo, nos mueven las palabras del ángel a los pastores en la noche de Navidad: "No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor" (Lucas 2,10-11). Esta buena nueva nos sigue llenando de alegría y nos invita a confiar en Dios que es un Dios con nosotros y a mirar al hombre y al mundo con ojos y corazón nuevos.

Hermanos y hermanas, la Navidad es un tiempo para renovar nuestra esperanza y alegría. Jesucristo, la luz del mundo, ha venido a iluminar nuestras vidas. Esta luz no solo debe quedarse en nuestros corazones, sino que debemos compartirla con todos, especialmente con aquellos que más lo necesitan. Seamos portadores de la esperanza, llevando el mensaje de amor y paz a cada rincón de nuestra vida cotidiana.

La Navidad, misterio de amor, nos recuerda cada año, que “solo su amor –el del Dios hecho hombre- hará posible una humanidad nueva” (DN, 219). Construyamos un mundo con corazón. Solo el corazón puede superar lo que el individualismo ha fragmentado y dar unidad a nuestra historia personal (cfr. DN, 17.19). También la Iglesia necesita de corazón, de nuestro corazón unido al de Cristo, para ser imagen de un Dios que se entrega y anunciar un amor infinito que busca a todos.

Miremos a la Sagrada Familia de Nazaret, a María y a José, quienes con fe y esperanza acogieron el misterio de la Encarnación. En ellos encontramos un modelo de cómo vivir confiando en las promesas de Dios, aún en medio de las incertidumbres y desafíos. Su ejemplo nos llama a ser familias y comunidades de esperanza, reflejando el amor de Dios en nuestras relaciones diarias.

Os exhorto a que, en esta Navidad, permitamos que la esperanza, la alegría y el amor de Cristo transformen nuestros corazones. Compartamos estos dones con generosidad y vivamos como auténticos testigos de la esperanza. Que la alegría del nacimiento de nuestro Salvador ilumine vuestros hogares y vuestras vidas, y que la esperanza en el amor de Dios sea siempre lo que las guíe.

 

¡Feliz Navidad a todos!

 Puedes ver el Mensaje aquí: