14/03/2025. Este domingo 16 de marzo, la diócesis celebra el Día del Seminario con el lema ‘Sembradores de Esperanza’. Con este motivo, el obispo de la diócesis, Mons. Ginés García Beltrán, ha escrito una carta.
A continuación, el TEXTO COMPLETO:
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
En este tiempo de gracia que nos regala el Señor, mientras avanzamos en el camino cuaresmal hacia la Pascua, nos encontramos ahora con una celebración entrañable y siempre marcada por la esperanza: el Día del Seminario. Este año, el lema que se nos propone, en el contexto del Año Santo, es “Sembradores de esperanza”, se trata de una invitación a reflexionar sobre la misión del ministerio sacerdotal en la Iglesia, y sobre la misión de los seminarios como espacio donde se forman los futuros sacerdotes, a través de un camino de discernimiento de la llamada que Dios les hace. El Seminario, por ello, es siempre una fuente viva de esperanza para la Iglesia y para el mundo.
El Seminario es un lugar privilegiado donde germina la semilla de la vocación que el Señor planta en el corazón de muchos jóvenes. Es el terreno fértil donde, a través de la escucha, la oración, el estudio, la formación humana y espiritual, pastoral y comunitaria, nuestros seminaristas descubren y desarrollan su llamada a ser sacerdotes, pastores según el corazón de Cristo. En él, nuestros seminaristas aprenden a ser sembradores de esperanza en medio de una sociedad que, tantas veces, necesita reencontrar el sentido de su camino y la luz del Evangelio.
Hace unas semanas, hemos celebrado un Congreso Nacional sobre el tema de las vocaciones, que nos ha reunido a todas las diócesis de España. “¿Para quién soy? Asamblea de los llamados para la Misión”, rezaba el lema. Ha sido un momento precioso de encuentro y celebración por el don de la vocación a la que estamos llamados todos los cristianos. En este contexto hemos recordado y renovado la necesidad de mostrarnos como una comunidad vocacional. Todos somos llamados por el bautismo, y todos tenemos una llamada dentro de la llamada a un estado de vida en la Iglesia y en el mundo. Unos somos llamados al sacerdocio ministerial, otros a la vida consagrada en cada una de la variedad de sus formas, otros al matrimonio.
La Iglesia, y cada uno de los que la formamos, hemos de hacer posible que el hombre de hoy escuche y pueda acoger en su corazón la llamada de Dios, y facilitar que pueda responder con generosidad a esa llamada, pues es el camino de la propia felicidad. Hemos de construir una cultura vocacional, en la que el hombre levante su vida, no sobre principios de eficacia o conveniencia, sino como respuesta a una llamada interior, saliendo del aislamiento al que nos vemos sometidos en tantas ocasiones, en la apertura al Otro y a los otros, que forman parte de mi vida y de mi destino eterno.
Toda vocación es al mismo tiempo una misión. No hay vocación sin misión, por eso la pregunta surge sola: ¿para quién soy? El Señor Jesús es un hombre para los demás, con razón la teología ha dicho que su existencia es una “pro-existencia”, es decir que vive para los demás. Y este es nuestro Maestro y Guía, lo seguimos a Él, por eso nuestra existencia está llamada a ser también para los demás. Pero cómo lo sabremos, pues preguntando al Señor: ¿qué quieres de mí?
Cada uno desde su propia vocación está llamado a ser sembrador de esperanza. También los sacerdotes, también los seminaristas. Sembradores de esperanza en un mundo donde se oscurece con facilidad la esperanza, o se pone el corazón en esperanzas que se acaban. Esperar contra toda esperanza, sabiendo que la esperanza no defrauda porque el Espíritu Santo ha puesto en nuestros corazones el amor de Dios. Esta experiencia es la que hoy, como siempre, hace que jóvenes que lo tienen todo, decidan dejarlo todo para seguir a Jesús en el sacerdocio ministerial, esto es también lo que constituye el don y la tarea de nuestro seminario.
Nuestro Seminario Mayor, corazón de nuestra diócesis, y formado este curso por 37 jóvenes, acoge a aquellos jóvenes que, respondiendo generosamente a la llamada de Dios, se preparan para el ministerio sacerdotal. Es ahí donde se forjan en la entrega, en el amor a la Eucaristía, en el servicio a los más necesitados y en el celo por la evangelización. Ellos son testigos de que la esperanza no es una idea abstracta, sino una persona viva: Jesucristo, el Señor resucitado.
Por otro lado, nuestro Seminario Menor, en Rozas de Puerto Real, que acoge a 16 chicos, cumple una labor igualmente esencial: acompañar y discernir el camino vocacional de aquellos adolescentes que, en las primeras etapas de su vida, sienten la inquietud de seguir más de cerca al Maestro. Allí, con la ayuda de sus formadores, familiares y comunidades parroquiales, pueden comenzar a plantearse, con libertad y fe, el horizonte vocacional que Dios tiene para cada uno de ellos.
La labor de ambos seminarios es posible gracias al apoyo de toda la comunidad diocesana: vuestras oraciones, vuestra cercanía y vuestra generosidad son imprescindibles para que sigamos sembrando esperanza en los corazones de los futuros sacerdotes. Os animo a acompañar a nuestros seminaristas con cariño y a promover, especialmente entre los jóvenes, una cultura vocacional que muestre la belleza de seguir a Cristo en el sacerdocio.
Queridos hermanos y hermanas, el Señor nos llama a todos a ser sembradores de esperanza. En nuestras familias, en nuestras parroquias, en nuestras realidades cotidianas, estamos invitados a cultivar esa semilla de fe, caridad y alegría que puede transformar el mundo. Hoy, más que nunca, el mundo necesita testigos valientes del amor de Dios, y nuestros seminaristas son una de las expresiones más claras de esa esperanza activa y vivificante.
Encomendemos esta misión tan importante a la intercesión de la Santísima Virgen María, Madre del Buen Pastor, para que acompañe con su ternura a nuestros seminaristas y nos ayude a todos a vivir con generosidad y alegría nuestra vocación cristiana.
Con todo mi afecto y bendición,
+ Ginés García Beltrán
Obispo de Getafe