Queridos amigos, si tienen ustedes algún niño o niña en casa que haya hecho este año la Primera Comunión, vuelva usted a sacar el vestido del armario. Hoy es la solemnidad del Corpus Christi, “cantemos al Amor de los amores”. En este día Jesús-Eucaristía tiene a bien visitar nuestros barrios y pueblos, para mirarnos con ternura, para bendecirnos con su presencia. Hoy es también el día de la Caridad, puesto que el amor que vamos a recibir de la Eucaristía se quiere transformar en generosidad con los más pobres. Pero, ¿de dónde viene tanto amor?
Es importante entender bien la primera lectura para poder captar el mensaje global de todas las lecturas de hoy. Tomado del libro del Éxodo, vamos a escuchar un fragmento en el que se nos describe el culto que los judíos configuraron a su salida de Egipto. Moisés va a preparar un altar y pide a algunos jóvenes que sacrifiquen animales. Hoy en día se sigue adorando así a la divinidad, como por ejemplo lo hace todavía el pueblo Nepalí, al que hoy vemos sufrir tanto por los terremotos. Moisés tomó la sangre de los animales sacrificados y roció al pueblo diciendo: “«Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros”.
En el salmo 115 que rezaremos de manera responsorial, vamos a tomar palabras de un devoto judío que alza una copa invocando a Dios, su salvador. Es el Dios que ha roto las cadenas que lo atenazaban en Egipto, el Dios que le ha hecho tanto bien y al que ahora ofrece un sacrificio de alabanza.
Altar, sacrificio, sangre derramada. Estos elementos hoy nos parecen muy extraños pero resultaban muy familiares a los judíos recién convertidos al Cristianismo, a los que se dirige la carta a los Hebreos, de la que hoy tomamos la segunda lectura. Ella nos va a dar la clave para entenderlo todo. Jesús es el sacerdote definitivo. El sacrificio es la Cruz. Su sangre derramada purifica nuestros corazones. Es la Nueva y definitiva Alianza con Dios. En la Eucaristía, se hace presente, de manera pacífica e incruenta, su sacrificio de amor para nuestro bien.
En el Evangelio, como en el Jueves Santo, volveremos a la Última Cena. Allí Jesús asoció el sencillo gesto de la entrega del pan y el vino con su sacrificio en la Cruz, “y nos mandó ofrecerlo en memoria suya. Su carne, inmolada por nosotros, es alimento que nos fortalece; su sangre, derramada por nosotros, es bebida que nos purifica.” Así podemos entrar en comunión con Jesús y ofrecer con él nuestras vidas al Padre, “para alabanza y gloria de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia”.
Queridos amigos, conocerán ustedes la teoría científica más plausible sobre el origen del universo. Me refiero al Big Bang. Parece ser que todo el universo estaba concentrado en una pequeña masa llena de calor y energía que explotó hace trece mil millones de años, dando origen a las galaxias y estrellas que hoy vemos distanciarse unas de otras. Pues en la Última Cena explotó otro Big Bang, el del amor. Todo el amor del mundo se concentró en un trozo de pan ácimo y un poco de vino, y desde ese día, el amor se expande por cada rincón de la tierra, por cada corazón humano que acoge a Jesús-Eucaristía. ¡Feliz Domingo! ¡Feliz día del Corpus!