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HOMILÍA
SALVE, NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES
 

Getafe, 18 de mayo de 2024

Queridos hermanos y hermanas en el Señor,
Querido Sr. Obispo Auxiliar. Queridos hermanos sacerdotes,
Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Congregación de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Getafe y patrona también de nuestra diócesis. Hermanos de la Congregación.
Saludo a todos los devotos de la Virgen.
Saludo a la Sra. Alcaldesa y a los miembros de la Corporación municipal, con las autoridades civiles, militares y judiciales presentes esta noche.
Saludo también a todos los que nos seguís a través del canal de Youtube en esta celebración tan familiar para todos los hijos de este pueblo.

Un año más cumplimos con la hermosa tradición de este pueblo de venir a cantar la Salve a la Virgen de los Ángeles, Señora, Reina y Patrona nuestra. Venimos alegres porque venimos a saludar a la Madre; en el corazón traemos todos nuestros anhelos y esperanzas, también las dificultades y los sufrimientos de la vida. Sé bien que, con vosotros, al menos en el deseo, vienen vuestros hijos y nietos, como un día os trajeron a vosotros vuestros mayores, a los que hoy recordamos con añoranza.

Siempre me gusta pensar, y así lo veo cuando miro a la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles, que la Virgen nos mira con ternura y con ojos de misericordia. Es bonito pararse a ver los ojos de los fieles que se ponen ante la Virgen, brillan esos ojos, el brillo lo provoca la alegría, en muchos casos las lágrimas; nadie queda indiferente ante la Virgen; pero, parémonos a pensarlo, ¿cómo nos mira Ella? En la mirada maternal de María se refleja su corazón. El corazón de María, lo sabemos por el Evangelio, es un corazón sencillo, limpio, acogedor, generoso. María lleva todo a su corazón, y todo lo vive desde el corazón, por eso podemos acercarnos y confiar en ella, abandonarnos a su amor que nos levanta y nos consuela. Qué bien sabe el pueblo que la Virgen es siempre hogar y consuelo para todos. Cuántas veces hemos acudido a ella, quizás sin esperar una solución, pero sí con el deseo de ser escuchados, y hemos vuelto a casa porque la Madre nos ha escuchado y nos ha mirado como solo una madre sabe hacerlo.

Queridos hermanos, María, en nosotros, ve siempre un hijo, ve en nuestro corazón, todo lo bueno que habita en nosotros, ve nuestra dignidad, la de ser imagen de Dios, la de ser hijos, la de ser redimidos por Cristo. Una dignidad que no es concesión de ninguna persona ni poder humano, sino que es nuestra por el hecho de existir, porque somos criaturas, “una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser –el del hombre-, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre”, por eso, “todo ser humano debe ser reconocido y tratado con respeto y amor, precisamente por su dignidad inalienable” (Declaración Dignitas Infinita, 1-2).

Esta noche, ente la imagen bendita de nuestra Madre, la Virgen de los Ángeles, quiero repetir las palabras del Papa en su Encíclica Fratelli tutti: “todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país. Lo tiene, aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones. Porque eso no menoscaba su inmensa dignidad como persona humana, que no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser. Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad” (n. 107).

Hoy, te pedimos Madre y Señora nuestra que todos los hombres y todos los estados reconozcan, respeten y protejan la dignidad de todo hombre, su dignidad desde el momento de la concepción a la muerte natural. Que siempre cuidemos de la fragilidad de nuestros hermanos. “Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la cultura del descarte” (FT, 187).

Que siempre luchemos ante la pobreza, la cercana y la extrema en la que viven muchos millones de hombres y mujeres en el planeta a causa de una mala distribución de la riqueza, consecuencia tantas veces de la falta de cuidado de la casa común. Recordamos a los que no tienen un trabajo digno, fruto de un sistema económico que se construye sobre el imperio del dinero, y no solo el hombre y su dignidad.

Madre nuestra, enséñanos a acoger a todos como tú acoges, que no rechacemos a los que vienen de fuera buscando una vida digna para su familia, que no los tratemos nunca como alguien inferior a nosotros, incluso utilizándolos como mercancía para nuestros intereses y vicios.

Destierra de nosotros la perversión del corazón que atenta contra la dignidad humana de los niños y vulnerables en todo tipo de abusos, en cualquier ámbito de la sociedad, y que deja siempre cicatrices profundas y duraderas en el corazón de quienes lo sufren.

Señora, tú que eres la Reina de la paz, intercede para que acaben las guerras, porque “ninguna guerra vale las lágrimas de una madre que ha visto a su hijo mutilado o muerto; ninguna guerra vale la pérdida de la vida, aunque sea de una sola persona humana, ser sagrado, creado a imagen y semejanza del Creador; ninguna guerra vale el envenenamiento de nuestra Casa Común; y ninguna guerra vale la desesperación de los que están obligados a dejar su patria y son privados, de un momento a otro, de su casa y de todos los vínculos familiares, de amistad, sociales y culturales que se han construido, a veces a través de generaciones” (Francisco. Mensaje a los participantes a la VI Edición del Fórum de París sobre la paz. 2023).

Todas las guerras, por el mero hecho de contradecir la dignidad humana, son «conflictos que no resolverán los problemas, sino que los aumentarán». La guerra es siempre “la derrota de la humanidad” .

Que Santa María de los Ángeles, queridos hermanos, nos proteja e interceda siempre por nosotros. Ella, que como buena madre conoce el corazón de sus hijos, nos conceda a cada uno lo que necesitamos.

Nuestra Señora de los Ángeles, ruega por nosotros