Querido diocesanos:
Como cada año, la festividad de san José, nos invita a mirar a esa realidad tan de la Iglesia, tan nuestra, como es el Seminario.
Pero a estas alturas no estaría mal preguntarnos, ¿qué es el Seminario? El Seminario es el corazón de una diócesis, es la comunidad de jóvenes que se preparan para ser los futuros pastores del Pueblo de Dios, los sacerdotes de mañana. Son hombres que han escuchado la llamada de Dios, y con libertad y generosidad han respondido poniéndose en camino para seguir al Señor que los convoca a vivir una historia grande, intensa y fascinante. Tienen orígenes y circunstancias muy diversas, sus historias son diferentes, pero la llamada es la misma, también la vocación que han de vivir en una misión compartida. La vocación es personal pero no se vive en solitario, necesita de los demás, de los hermanos. El Seminario es, en definitiva, una comunidad de seguimiento, de apóstoles del Señor Jesús.
Necesitamos sacerdotes, los necesita la Iglesia y los necesita el mundo, y para tenerlos hemos de cuidarlos y formarlos. Ser sacerdote es una gracia siempre inmerecida, y que sólo puede acogerse desde el agradecimiento y la humildad del corazón. La confianza es la exigencia primera para responder a la llamada de Dios; como dice san Pablo, sé de quién me he fiado, y estoy convencido que el que comenzó esta obra en mí, él mismo la llevará a buen término. Por eso, el llamado-confiado responde con la obediencia de la fe. Seguro que hay muchas circunstancias que dificultan o impiden la respuesta, proyectos de futuro para ser felices, pero Dios y su plan están por encima de todo. Sólo el que vive en la voluntad de Dios puede ser feliz, es feliz.
El Evangelio, y toda la Sagrada Escritura, nos muestran testimonios de vocación. Dios siempre tiene la iniciativa, llama al que quiere, cuando quiere y para la misión que quiere. Ante esta llamada, en el hombre siempre se da desconcierto, zozobra, y hasta incomprensión, por eso, la respuesta siempre ha de venir del abandono, y dejándolo todo lo siguieron, inmediatamente lo siguieron. Jesús que llamó a sus primeros discípulos, sigue llamando también hoy, no se cansa de llamar, porque la misión sigue estando presente, sigue siendo de actualidad.
Entonces, ¿si Dios sigue llamando, por qué hoy hay menos vocaciones? La respuesta es sencilla, porque el hombre no responde. ¿Y qué hemos de hacer para que los jóvenes respondan a la llamada que Dios les hace? Haciendo que vivan una vida cristiana auténtica. Si no hay vida cristiana no habrá vocaciones, si las familias cristianas no piden, ayudan y alientan la vocación de sus hijos no habrá vocaciones, si nuestras comunidades no enseñan a vivir en la voluntad de Dios y son verdaderos hogares para los jóvenes no habrá vocaciones, si los sacerdotes no damos testimonio alegre de la grandeza de nuestra llamada no habrá vocaciones; en definitiva, si no invitamos a la santidad no habrá vocaciones.
Hace unos años estuvo muy de modo una expresión a modo de slogan que decía: “los jóvenes, evangelizadores de los jóvenes”. Esto vale también para la vocación sacerdotal: Los sacerdotes, los seminaristas, apóstoles de los jóvenes. Así reza el lema de la campaña del Seminario de este año: “Apóstoles de los jóvenes”.
En el contexto del próximo Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, os invito a celebrar el Día del Seminario con nuestra oración, con el afecto a los sacerdotes y seminaristas, y también con la ayuda económica para sostener el Seminario.
Nuestro Seminario es una realidad viva y esperanzadora para la Diócesis. En el Seminario mayor del Cerro de los Ángeles hay 31 seminarista, en el Seminario Menor en Rozas de Puerto Real son 24 seminaristas. Esta es también la expresión de la vitalidad de nuestra Iglesia de Getafe.
Para terminar, quiero dirigirme a vosotros, jóvenes. Quisiera tener las palabras oportunas para presentaros la grandeza y la hermosura de la vocación al sacerdocio, pero como sé que vosotros no atendéis a muchas palabras, sólo os quiero pedir una cosa, cada día deteneros un momento, guardar silencio, el necesario para escuchar, y hacer esta pregunta a Jesús, el Señor: ¿Qué quieres de mí? Después podéis seguir con vuestra vida. Pero hacerla cada día. Si sientes algo en tu interior, háblalo con un sacerdote, reza, ve a tu parroquia, busca el Seminario, porque Dios te puede estar llamando, mostrándote el camino de tu realización, de tu felicidad, de su voluntad. Dios siempre se vale de los demás, de las circunstancias, incluso de las que no te parecen apropiadas, para decirte lo que quiere de ti. Entonces, sé generoso, porque Él no se dejará vencer en generosidad.
Miremos a la Virgen Santísima, la Madre de los sacerdotes, la Reina de las Vocaciones sacerdotales, para poner en su regazo al Seminario, a los seminaristas y sus formadores, a los jóvenes, pidamos que a todos nos mire con amor y sea el camino que nos conduce a Jesús.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés, Obispo de Getafe.