TODOS TENEMOS UNA FAMILIA, TODOS NECESITAMOS UN HOGAR
Todos nosotros hemos nacido en una familia, sea como sea, pero en una familia. De hecho, la familia es el lugar con el que primero nos identificamos, y la primera sociedad en la que crecemos y nos relacionamos. También es la primera Iglesia en la que nacemos a la fe y la vivimos como hijos y hermanos. Por eso, el concilio Vaticano II ha llamado a la familia, “Iglesia doméstica”.
Si la familia es Iglesia es porque la Iglesia es familia, la de los hijos de Dios. Somos una gran familia. A la Iglesia todos hemos sido llamados por el Señor y en ella todos tenemos una misión, como cada miembro del cuerpo la tiene para que este pueda vivir. Todo empezó el día de nuestro bautismo cuando recibimos la gracia de ser hijos de Dios y herederos de su gloria, desde entonces esta gracia de Dios nos ha ido acompañando y mostrándonos cuál es nuestro lugar en la Iglesia. Nadie puede pensar que en la Iglesia no tiene un lugar, una misión que cumplir. Todos somos necesarios en la vida de la Iglesia.
Para que los hombres de hoy comprendan lo que es la Iglesia y puedan compartir el don que es vivir en el mundo como cristianos es necesario que la Iglesia sea hogar. Si todos tenemos una familia, todos necesitamos y queremos tener un hogar. Es duro vivir a la intemperie, no sentir el calor de la familia, ni tener el pan con que alimentarse, es triste no tener la alegría de la cercanía del otro, ni el abrazo del hermano. Por eso, la Iglesia, nuestras iglesias, tienen que ser lugar donde se respira, se vive, se alimenta, se siente cerca la presencia del Padre Dios y el abrazo de los hermanos que acoge y comprende. La Iglesia tiene que ser lugar de puertas abiertas donde todos pueden entrar, donde puedan escuchar la invitación del mismo Cristo: “Ven y verás”. Vivir la Iglesia y en la Iglesia es vivir en Cristo porque somos su Cuerpo.
Nuestra diócesis de Getafe tiene vocación de familia y quiere ser ese hogar donde se vive la experiencia de la fe. Somos una iglesia grande y viva, una iglesia joven que abre los brazos a todos, como aquellos discípulos a la entrada del templo de Jerusalén, también nosotros decimos hoy: “No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda”. Lo que tenemos, nuestro gran tesoro, es el Señor Jesús, su Palabra, su vida en los sacramentos, su amor hacia todos, especialmente a los pobres, y de Él queremos ser testigos en medio de este mundo. Os invito a cada uno, queridos fieles cristianos de esta Iglesia diocesana de Getafe a ser discípulos misioneros, es decir, a vivir de la Palabra y la intimidad con el Señor para recibir de Él la palabra de aliento, de esperanza y de consuelo que poder transmitir a los demás. Aunque muchos no lo sepan, Dios los ama, digámoselo nosotros.
La Virgen María es la madre de la familia de los cristianos como lo fue de la familia de Nazaret, ella que cuidó del Señor cuide también de nosotros y nos acompañe en el camino del seguimiento del Señor.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés, Obispo de Getafe