Queridos diocesanos:
Cada año la Jornada de la Iglesia Diocesana nos recuerda que la Iglesia somos nosotros, el pueblo de Dios en camino. La Iglesia no es una realidad abstracta, lejana, de la que podemos hablar en tercera persona, sino que vive en un lugar, es cercana, toca a nuestra vida cotidiana, porque está entre los hombres.
Nosotros somos la Iglesia que camina en Getafe, en este variado y dinámico Sur de Madrid, y somos la Iglesia que es universal, que se extiende hasta los confines de la tierra.
Somos una familia que se reúne en la escucha de la Palabra de Dios, alrededor de la mesa de la Eucaristía, viviendo la fraternidad que nace de la paternidad de Dios. Somos un hogar llamado a vivir la caridad de Cristo con todos, especialmente con los que más lo necesitan. En esta casa todos somos iguales, y cada uno realiza su servicio en bien de toda la comunidad.
Los que formamos la Iglesia del Señor estamos llamados a ser un signo de acogida a todos los hombres. Una Iglesia encerrada en sí misma no responde a la voluntad de su Señor. Son muchos, entre nosotros, los que no conocen a Cristo, los que no se acercan a la gracia que Él ha querido dejar en su Iglesia, son multitud los que viven a la intemperie del sin sentido, de la debilidad humana, o de la pobreza material, espiritual o moral. Son muchos los heridos que necesitan el amor de Dios.
En esta Iglesia todos somos necesarios, nadie sobra, y nadie se tendría que sentir un extraño. Como dice el lema de este año: “Sin ti no hay presente. Contigo hay futuro”. El Señor nos llama a todos porque ha querido necesitarnos a todos. Cada uno de nosotros es presente de la Iglesia, y cada uno es parte de su futuro.
Por ello, os invito a todos a colaborar en esta Iglesia que camina en Getafe. Nuestro don son los talentos que hemos recibido del Señor, talentos que no son para guardárnoslos, sino para hacer crecer la comunidad, para la salvación de los hombres. Todo es gracia, todo lo hemos recibido.
¿Cómo puedo colaborar entonces, te preguntas?
Puedes colaborar con lo que eres y con lo que tienes. Tu tiempo, tus cualidades, tu oración, tu dinero, sin olvidar tu ilusión y tu alegría, tu pasión porque Jesucristo sea más conocido y amado.
Todo sirve para edificar la Iglesia, y no pienses en la Iglesia que ves o de la que oyes hablar en los medios de comunicación, sino en la iglesia más cercana, en tu parroquia, en los movimientos y asociaciones, en las obras educativas y asistenciales de la misma Iglesia.
Estoy seguro de que te gustaría que la Iglesia fuera mejor, que su rostro fuera más hermoso. Querrías borrar todo aquello que la ensucia, que la aleja de la voluntad de Dios. Te gustaría una Iglesia como la quiere el Señor. Te aseguro que es lo que queremos todos, por eso es una tarea de todos.
Si cada uno aporta lo poco que tiene haremos un mucho. Además, Dios espera de nosotros ese poco para bendecirlo y multiplicarlo.
Que María, Madre de la Iglesia, sea nuestro ejemplo e intercesora.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés, Obispo de Getafe