NACE LA VIDA, POR ESO ES NAVIDAD
Quería hablar de la navidad, pero debo hablar de la eutanasia
Ésta será una Navidad especial, sin duda. Muchos hermanos y hermanas nuestros van a vivirla con el dolor de la ausencia de los seres queridos muertos por el virus, o con la herida de la enfermedad padecida; otros mirarán al futuro con desconfianza por la falta de trabajo o por la precariedad del que tienen, por la lejanía de los suyos, o por la po-breza en su variedad de rostros. A ellos, a todos, quiero anunciaros: Dios nace, nace en tu vida y en tu familia, nace para ti; acógelo, aunque no lo entiendas, a pesar de que te cueste trabajo, acógelo en tu corazón.
No es Navidad porque yo me sienta bien, o porque las circunstancias externas sean buenas. Es navidad porque Dios se hace hombre y nace para nosotros. Y Dios nace también en esta Navidad.
En el silencio y la paz de esta Navidad se ha introducido un ruido que nos inquieta y nos preocupa, un hecho que no podemos ni debemos callar. Me refiero a la presumible aprobación en los próximos días de la ley de la eutanasia, a la que llaman eufemística-mente muerte digna. Qué contradicción, nace la vida y nosotros la seleccionamos y la descartamos según el criterio de la utilidad y de un más que cuestionable concepto de la calidad. El nacimiento del Señor nos recuerda que la vida del hombre es sagrada en todo estadio y condición, y no hay ningún poder humano que deba quitarla, ni amenazarla.
Parece una ironía que en este tiempo en el que han muerto millares de ancianos en so-ledad, cuando la vida se ha hecho más vulnerable, una ley venga a segar las vidas de los más débiles. No necesitamos una ley de eutanasia sino de calidad de los cuidados palia-tivos. Nadie quiere morir; nos hace temer el hecho de sufrir, y el sufrimiento se puede quitar con medidas médicas, y, sobre todo, con la cercanía y la verdadera compasión. Los obispos de España acabamos de afirmar en una Nota: “La muerte provocada no puede ser un atajo que nos permita ahorrar recursos humanos y económicos en los cui-dados paliativos y el acompañamiento integral. Por el contrario, frente a la muerte co-mo solución, es preciso invertir en los cuidados y cercanía que todos necesitamos en la etapa final de esta vida. Esta es la verdadera compasión”.
La vida es siempre un don, la eutanasia un fracaso, en cualquier caso. Con el Papa quiero también afirmar: «La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta a la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no ren-dirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza» Miremos, queridos hermanos, a la familia de Nazaret. Un ejemplo de vida sencilla en el amor, un testimonio de acogida y de fe. Que nuestras familias acojan en esta Navidad a tantos hermanos que se sentirán solos, pienso en nuestros mayores que con tanta dure-za han sufrido esta crisis del Covid-19, acojámoslos con cariño, y no olvidemos a todos los que trabajan por el bien común.
Os invito a celebrar con prudencia y sin miedo esta Navidad participando en las cele-braciones de nuestras iglesias con la comunidad.
Quisiera que mis mejores deseos para esta Navidad llegarán a todos, especialmente a los ancianos y a los enfermos, a las familias heridas y a los pobres. Que sintáis la caricia de Dios en vuestro corazón.
+ Ginés, Obispo de Getafe