Con Corazón de Padre
“Con corazón de padre, así José amó a Jesús”. Con esta palabra comienza la carta apostólica del Papa Francisco por la que convoca un Año Jubilar con motivo del 150º aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia Católica por el Papa Pío IX. San José, el esposo de la Virgen María, el que hizo de padre de Jesús, es un instrumento precioso en la historia de la salvación.

La Escritura no habla mucho de él. “San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en segunda fila tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación”, nos ha dicho el Papa.

Sabemos que fue un humilde carpintero, un hombre justo, a quien a través de unos sueños le fue revelada la voluntad de Dios, la cual aceptó y cumplió con gran fidelidad. Su misión fue importante en la infancia de Jesús, como nos cuentan los evangelios. Y es obvio que su figura fue fundamental en el crecimiento y en la maduración de la persona de Jesús, el hijo del carpintero.

No es arriesgado pensar que muchas de las palabras, los gestos, las actitudes, el modo de ser del Señor, las vio y aprendió de José. José fue humanamente la imagen del Padre que tuvo Jesús. Si no se puede entender el misterio de Cristo sin su referencia al Padre, tampoco sin la misión de san José. José fue la sombra del Padre celestial en la tierra, como lo define el escritor polaco Jan Dobraczynski en su vida novelada sobre el santo. En definitiva, José es padre. Fue padre en ternura. Sin entender, sin cálculos humanos, con dificultades de todo tipo, acogió la misión encomendada para guiar y sostener a la familia de Nazaret. Nos enseña así el santo Patriarca a aceptar las dificultades y la debilidad como parte de la existencia.

“La ternura es el mejor modo para tocar lo que es débil en nosotros” (Patris Corde, 2). Nos muestra con su testimonio cómo la realidad aceptada desde la fe transforma nuestra vida y la vida del mundo. Dios actúa también a través de nuestros miedos, de nuestra debilidad. No todo está bajo nuestro control, pero si dejamos a Dios el timón de nuestra barca podemos estar seguros. San José es padre en la obediencia a lo que Dios le pide. Su fiat –hágase– es como el de María y como el de Jesús. José se fía y se abandona. En la fidelidad está la felicidad. Dice el Papa que “la felicidad de José no está en la lógica del autosacrificio, sino en el don de sí mismo”. José nos enseña a ser padre. Nadie nace padre, sino se hace. Para ser padre, primero hay que ser hijo. “Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir” (Patris Corde, 7).

Santa Teresa de Jesús era gran devota de san José. Decía que sabía por experiencia que la socorría en todo lo que le pedía, pues “quiere el Señor darnos a entender que, así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide” (Vida 6,6). Pidamos, por tanto, con devoción a san José cuanto necesitemos. Que este año sirva para el crecimiento de nuestro amor a san José, para imitar sus virtudes y pedir su intercesión.



+ Ginés, Obispo de Getafe