Carta de D. Ginés García Beltrán en el día del Seminario
Marzo 2022
Queridos diocesanos:
“El Día del Seminario es ocasión para que todo el pueblo de Dios sepamos dar gracias por las vocaciones sacerdotales y podamos pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. En el contexto del Sínodo universal convocado por el papa Francisco, la Iglesia reconoce agradecida el gran don que supone el poder peregrinar unidos, tras las huellas de Cristo, buen pastor y sumo y eterno sacerdote”. (CE Subcomisión episcopal para los Seminarios. Día del Seminario 2022. Reflexión teológica).
Quiero destacar dos palabras que son también dos sentimientos que brotan del corazón ante el día del Seminario: agradecimiento y petición.
Todos los sacerdotes recordamos siempre, y mucho más en estos días, al Seminario, y lo hacemos con un agradecimiento profundo. A nuestro Seminario le debemos mucho, es para nosotros una experiencia fundante; en él hemos aprendido el seguimiento de Cristo, y hemos profundizados en la llamada de Dios.
En el Seminario hemos ido descubriendo que la vocación a la que hemos sido llamados es una gracia de Dios; como su nombre indica es una llamada del Señor; no se es sacerdote porque a uno le guste, sino porque eres llamado, ¿por qué estoy aquí?, porque me han llamado; nuestra parte es responder con generosidad a esa llamada de Dios, una respuesta que sólo es posible desde la fe. Sólo suscitando y alimentando la fe estaremos bien dispuestos para escuchar lo que Dios quiere de nosotros. Muchos se preguntan si Dios no sigue llamando hoy; pues claro que sigue llamando; sin embargo, la respuesta se hace más difícil ante una fe débil y debilitada por el ambiente social y cultural que nos rodea.
Este agradecimiento que tenemos los sacerdotes al seminario en que nos hemos formado, debe ser un sentimiento extendido a todo el pueblo de Dios. El Seminario es tarea de todos porque es don para todos. Si no sentimos el Seminario como nuestro, como algo fundamental en la vida de la Diócesis, difícilmente invitaremos a nuestros niños y jóvenes a responder a la llamada de Dios. Os animo a ayudar a los jóvenes a responder a esa llamada; seamos todos mediaciones de la vocación para que los ruidos del mundo no acallen la voz de Dios en el corazón de los hombres, especialmente vosotros, familias cristianas.
La segunda palabra era petición, oración de petición al Dueño de la mies para que envíe obreros a su mies. La mies es mucha, los obreros pocos, por eso nuestra oración tiene que ser perseverante a la vez que confiada. La Iglesia necesita, y así lo quiere nuestro pueblo, sacerdotes que sean hombres de Dios, curtidos al calor de la escucha atenta y la contemplación de la Palabra, de la celebración y adoración de la eucaristía, y de la práctica de la caridad. El sacerdote es el hombre del misterio que nos abre a Él y nos introduce en su vida. Vivimos tiempos difíciles, por eso, necesitamos hombres recios, sacerdotes santos que nos sigan abriendo los accesos a Dios.
La diócesis de Getafe tiene un seminario vivo y vibrante, jóvenes que viven con la ilusión de entregarse al Señor y servir a esta Iglesia. Cada día doy gracias a Dios por este don, y le pido que nos siga bendiciendo con numerosas vocaciones para el servicio de esta Iglesia, grande y dinámica; que la gracia de Dios pueda llegar a todos; que no falten brazos para trabajar en los distintos ambientes de nuestra sociedad donde tiene que llegar el Señor, y lo quiere hacer a través de nosotros, sacerdotes. Pienso en tantas personas, en tantas parroquias y comunidades que me piden un sacerdote que anuncie el mensaje de la salvación a los niños, a los jóvenes, a las familias, en los hospitales, en las cárceles, y las residencias de mayores, que nos ayuden a rezar, que nos hablen de Dios, que nos introduzcan en el Misterio, que nos animen en la caridad.
El Seminario es siempre una puerta abierta a la esperanza; en él se cifra la vitalidad de una iglesia. Una iglesia viva engendra siempre vocaciones a los distintos estados de vida y ministerios en la Iglesia; por el contrario, la falta de vocaciones es signo de la falta de vigor en la comunidad cristiana.
Os invito a pedir al Señor que nos de sacerdotes santos, pastores según su corazón. Cada día, haced con espontaneidad vuestras peticiones repitiendo la jaculatoria: “Danos sacerdotes santos”. La oración siempre la escucha el Señor, la oración de los niños y de los jóvenes, la de las familias, la de los enfermos y ancianos, la oración de las contemplativas y de todas las almas consagradas, y por supuesto la oración de los sacerdotes. Digamos todos, digamos unidos: Señor, Dueño de la mies, danos sacerdotes santos, para que anuncien tu Palabra, celebren tus Misterios, y nos conduzcan a la caridad.
La mirada se dirige ahora a María, Madre de los sacerdotes y Rectora de nuestro Seminario. Le pedimos que acompañe con amor maternal el camino de nuestros seminaristas y sus formadores, y toque el corazón de los jóvenes para que respondan con generosidad a la llamada de Dios; que digan un Sí como el suyo.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés García Beltrán
Obispo de Getafe