Querido hermanos y amigos:
La Jornada Mundial de las Misiones, que bajo el lema “Renace la alegría” celebraremos, Dios mediante, el próximo 19 de Octubre es “un momento privilegiado en el que los fieles de los diversos continentes, se comprometen con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las iglesias jóvenes de los territorios de misión” (Mensaje del Papa. Domund 2014)
La Gran Misión Diocesana, que estamos promoviendo, no debe encerrarnos en nuestros propios problemas, sino que debe abrir nuestra mirada a la Iglesia universal y despertar en nosotros el deseo y la preocupación por lo que llamamos la “misión ad gentes”, es decir la misión, fuera de nuestra fronteras, en aquellos lugares donde el evangelio aun no ha llegado o, si ha llegado, los cristianos de esos lugares están viviendo en tales condiciones de debilidad, de persecución y de pobreza, que no pueden sobrevivir sin nuestra ayuda.
En cualquier caso lo que ha de movernos siempre es el anhelo de anunciar y compartir con todos los hombres el gozo de descubrir en Jesucristo el amor inmenso que Dios nos tiene. Jesucristo, enviado del Padre y primer misionero del amor divino, nos llama, como a los primeros discípulos, para estar con Él y para que, siguiendo sus huellas, anunciemos a todos los hombres la Buena Nueva de la salvación.
El evangelista san Mateo, antes de relatarnos la llamada a los doce, describe la actividad de Jesús, a la que después serán asociados los apóstoles, con seis acciones: recorría las ciudades y aldeas, enseñaba en las sinagogas, proclamaba el evangelio del Reino, curaba toda enfermedad y dolencia; se compadecía de las muchedumbres y rogaba al Señor de la mies. Son seis acciones misioneras que Jesús quiere que sigamos realizando hoy en su nombre y que tienen que llegar, no sólo a nuestro entorno más inmediato, sino al mundo entero. (cf. Mt. 9,32-38)
“Recorrer las ciudades y aldeas”, significa el dinamismo misionero que ha de animarnos a estar siempre atentos a las necesidades de nuestros hermanos, aunque vivan lejos de nosotros. “Fiel al modelo del Maestro es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco, sin miedo” (EG 23)
“Enseñar en las sinagogas”, nos revela que Jesús comienza su predicación donde está la gente, allí donde la gente ora y donde el pueblo expresa ante Dios sus deseos y esperanzas. Jesús nos invita a respetar a todos y a caminar con ellos a partir del lugar y la situación vital en que se encuentren. Una Iglesia misionera tiene que salir de sus fronteras para llegar donde la gente esté y ponerse en sintonía con sus alegrías y sus penas.
“Proclamar el evangelio del Reino”, manifiesta que Jesús no sólo hablaba en los lugares donde se reunía la gente religiosa, sino que hablaba también en la calle y hablaba con voz potente. Su modo de hablar era una proclamación, era el anuncio vigoroso de la verdad sobre Dios y sobre el hombre. Una Iglesia misionera “sabe de esperas largas y de aguante apostólico” (EG. 24).
“Curar toda enfermedad y dolencia”, nos hace comprender que el anuncio del Evangelio ha de ir siempre acompañado de las obras de misericordia tanto corporales como espirituales. Las muertes heroicas, a consecuencia del ébola, de los hermanos hospitalarios Miguel Pajares y Manuel García Viejo son un claro testimonio de la vocación misionera, que sale al encuentro de los más pobres y vulnerables, entregando la propia vida.
“Compadecer”, nos muestra los sentimientos de Jesús que se conmueve ante aquellas gentes que, como muchos hermanos nuestros de territorios de misión están “extenuados y abandonados, como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36).
“Rogar al Señor de la mies” nos invita a la oración. La Jornada del Domund ha de ayudarnos a entender la fuerza misteriosa de la intercesión. “Los grandes hombres y mujeres de Dios fueron grandes intercesores. La intercesión es como la “levadura” en el seno de la Trinidad. Es un adentrarse en el corazón del Padre y descubrir nuevas dimensiones que iluminan las situaciones concretas y las cambian” (EG. 283).
Que la Virgen María, modelo de evangelización humilde y alegre, nos acompañe y haga de la Iglesia el hogar en el que los hombres de todos los pueblos y culturas se encuentren con Jesucristo, luz del mundo, Señor y Salvador nuestro.
Con mi bendición y afecto.
+ Joaquín María. Obispo de Getafe.
Getafe, 28 de Septiembre de 2014