27/12/2024. El sacerdote de la diócesis Eliert Jerez, vicario parroquial de Santiago Apóstol en Villaviciosa de Odón, fue uno de los primeros voluntarios en acudir a prestar ayuda a los afectados por la DANA en Valencia, en concreto en Chiva y Catarroja, junto a un grupo de su parroquia. En la revista de la diócesis 'Padre de Todos' ha respondido a la pregunta que muchos se hicieron entonces sy que aún hoy se la hacen: ¿Dónde estaba Dios aquel día?
A continuación reproducimos el artículo completo:
Este grito surge cuando el corazón nos duele, cuando atravesamos un momento de oscuridad y de miedo, cuando todo se viene abajo y cuando no sabes qué va a ocurrir. Cuando algo nos compromete, pero no podemos dominarlo.
Así se sienten los afectados por una DANA y los que viven cualquier noche oscura. El corazón del hombre está capacitado para doler, y esto es una realidad tan clara como decir que está capacitado para amar. Amor y dolor son síntomas de la vida. Pero, vivirlo bien no es fácil. Muchas personas, ante estas horas de angustia y dolor que han reflejado los medios y que muchos hemos podido ver en primera persona, se han podido preguntar: ¿Y Dios?, ¿dónde está en estas situaciones?
No podemos pretender tener la respuesta para todo. Pero si bien no podemos responder al “Por qué” ocurren las cosas, sí podemos preguntarnos “con quién” las vivimos. Ante esta situación, tenemos el camino de la fe y el del miedo: ambas realidades nos piden lo mismo, creer algo que nos supera.
Quien experimenta el dolor y la nada, aprende, cuando habla su corazón, a soñar, no con cosas sino con presencias.
En la angustia, lo primero que se busca es el amor que nos rodea y, también el que nos hace falta. El dolor enseña al amor y el amor enseña al dolor. A veces, un argumento de fe en medio de las dificultades no llena el vacío que siente el que
sufre. Pero sí lo llena un abrazo, una mirada compasiva o un silencio cómplice. Y es que los cristianos no sólo estamos llamados a transmitir la fe con argumentos, sino con el lenguaje del Amor. “Yo por mis obras te mostraré mi fe” (St. 2, 18.) Dios es Amor. (I Jn. 4,8).
El Papa Francisco afirma en su encíclica ‘Dilexit nos’: “El Hijo eterno de Dios, que me trasciende sin límites, quiso amarme también con un corazón humano” (nº 60.) La Encarnación de Dios en la historia no sólo confirmó una profecía: “Se llamará Emmanuel, que significa: Dios con nosotros” (Isaías. 7, 14). Dios estaba sufriendo con su pueblo una inundación y ha permanecido como un vecino más y en esta realidad, algunos a Dios le hemos visto sufriendo y le hemos llamado víctima, y otros le han visto ayudando, limpiando y alimentando y le han llamado voluntario.
La solidaridad y la caridad son un lenguaje que todo el mundo entiende. Creo que desde este punto, se intuye mejor la voluntad de Dios en nuestras vidas. Podemos actuar en nombre de Dios cuando amamos. Y a pesar de la impotencia que generan las grandes cruces podemos decir aquello que dijo Pedro al paralítico: “No tengo ni oro ni plata, pero te doy lo que tengo, en Nombre de Jesús Nazareno, levántate y anda” (Hch.3, 6.). Desde nuestros hogares, parroquias, monasterios… podemos esperanzar la vida de otros. No nos protejamos de lo que nos duele, no nos centremos en nosotros, no pongamos distancia… la distancia enfría el amor. Sólo la tibieza es enemiga del amor. Sólo un corazón aséptico e inmóvil se pierde al ‘Dios con nosotros’.
Por eso, esta oleada de voluntarios que han llenado el vacío de tantos hermanos no ha llevado sólo comida o fuerza y trabajo. Ha hecho presente el amor en el dolor. Y cuando todo parece sin respuesta, que Dios se ha callado, ha gritado en el Amor.
Eliert Jerez, vicario parroquial de Santiago Apóstol
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