25/02/2025. El pasado 25 de noviembre de 2024, el Papa Francisco reconoció y aprobó el Culto Inmemorial de que gozó sor Juana de la Cruz, a la que popularmente llamamos “Santa Juana”. Con una solemne Misa de acción de gracias en el Monasterio de Santa María de la Cruz, agradeceremos a Dios el reconocimiento de este culto inmemorial y veneración, tanto en las diócesis de Getafe y Toledo, como en la Orden franciscana.
Este domingo 2 de marzo a las 12.00 horas en Cubas de la Sagra se celebrará la Misa de acción de gracias por su beatificacion.
Juana de la Cruz, Juana Vázquez, nació en Azaña (hoy Numancia de la Sagra). Fue hija de Juan Vázquez y de Catalina Gutiérrez. A los 15 años, huyó de su familia para evitar el matrimonio y hacer realidad su deseo de consagrarse a Dios en el beaterio de Santa María de la Cruz de la cercana villa de Cubas (Madrid).
Tomó el hábito franciscano y el nombre de sor Juana de la Cruz. A los 26 años comenzó a mostrarse en ella el carisma de la predicación. A los 28, fue elegida Madre de la comunidad. Con la aprobación y ayuda del arzobispo de Toledo, cardenal Cisneros, sor Juana predicó, a lo largo de trece años "para confortar la fe de los sencillos".
En el año 1510 fue nombrada por el cardenal Cisneros párroco de Cubas, en documento de 9 de marzo, confirmado por el Papa Julio II el 4 de julio, y reafirmado y decretado por Cisneros el 28 de diciembre del mismo año. Juana recibió el privilegio de nombrar “capellán” para realizar las funciones propias del ministerio sacerdotal con los fieles de la parroquia, y se hizo cargo personalmente de las cuestiones de jurisdicción que le correspondían.
La fama de sor Juana de la Cruz, de su carisma y santidad, se extendió rápidamente. Grandes personajes de la época acudieron a escuchar su predicación, entre los que debemos destacar el Gran Capitán, el Cardenal Cisneros y hasta el emperador Carlos V.
Tras una segunda parte de su vida, en la que no faltaron enfermedades y persecuciones, murió el 3 de mayo de 1534, día de la Cruz de Mayo, fecha en que tomó el hábito, fue elegida abadesa, y, según la tradición, también había nacido.
Tras su muerte, pronto empezó a ser venerada como santa y a recibir culto público. Su fama se extendió por toda España y por todos los territorios de la Corona española, donde existen hasta el día de hoy un número importante de poblaciones llamadas “Santa Juana” como nos han podido mostrar los estudiosos de su vida y culto, y donde se encuentra numerosa iconografía suya. Pero, al no llegar a ser canonizada, cayó en el olvido. Sólo en su convento de Cubas, y a pesar de la expoliación en la invasión napoleónica y la destrucción total en la guerra civil española, se ha conservado viva su memoria.
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