Queridos amigos, el Evangelio es un elemento subversivo. Altera el orden esperado de las cosas, es revolucionario, provocador a más no poder. Hoy el Señor Jesús nos invita a entrar en su movimiento de cambio. El que quiera subir, que baje. El que quiera vencer que se prepare para ser derrotado. El que quiera dominar, que sirva. El que quiera ser grande, que se haga como un niño.
La primera lectura de hoy está tomada del libro de la Sabiduría, el último libro del Antiguo Testamento en cuanto a la fecha de su redacción. Fue escrito en Egipto, donde los judíos debían vivir su fe en medio de un ambiente contrario, fuertemente imbuido por la cultura helénica. Era frecuente que un judío piadoso se sintiese despreciado por su comportamiento. La virtud denuncia el vicio. A los malos les resulta incómodo el bueno, pues reprocha su mala conducta con el brillo de su vida. Lógicamente, al escuchar esta lectura, todos pensaremos en Jesús.
El Salmo 53 ahonda en la misma temática. El justo perseguido, un tema bíblico presente en toda la Escritura, clama al Señor contra unos “insolentes” que le “persiguen a muerte”. La persecución está asegurada para el justo, pero también lo está el auxilio divino. “Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida”.
Este domingo, continúa el Apóstol Santiago denunciando con fuerza los desórdenes que se producían en la comunidad cristiana. Uno de los temas más clásicos que encontramos en la Biblia es el de los dos caminos, el del bien, y el del mal, ante los cuales hay que decidirse. Santiago habla de dos “sabidurías”, la del mundo y sus pasiones, y la de Dios, que es “pura, amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera”. La envidia y la discordia del mundo, debe ser sustituida por la paz y la fraternidad cristianas.
Como sucediese el domingo pasado, el Evangelio de hoy también tiene un contexto de Pasión. Jesús vuelve a anunciar su próxima muerte en cruz, mensaje que resultó incomprensible para los Apóstoles. Ellos, discutían por el camino quién era el más importante, cosa que no les deja en buen lugar. Jesús, como acostumbra, aprovecha la ocasión y enseña: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Así lo hizo el mismo Cristo, su puso el último de todos y no hay quien le arrebata ese lugar.
Y es que la misma Encarnación es ya un enorme descenso. Si se completa con una vida pobre, una predicación incomprendida y el desenlace fatal de la Pasión y la Cruz, se puede concluir que verdaderamente, Jesús ha ocupado el último lugar. Así es el amor. Se abaja, se humilla, para levantar al amado. Queridos amigos, el Señor hoy nos muestra su presencia en los niños. “El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”. Hoy en día, los niños son valorados, gracias a Dios, pero, en tiempos de Jesús, eran los últimos en la sociedad. Este domingo, miremos a los niños como si fueran nuestros maestros. Ellos nos indican dónde está Jesús, abajo, donde habitan los humildes. De ellos es el Reino de los Cielos.¡Feliz domingo!