D. Ginés pide a sus nuevos sacerdotes un corazón como el de Cristo en el que los pobres tengan un lugar privilegiado
• El obispo de Getafe ordenó en la tarde del lunes 12 de octubre a cinco nuevos sacerdotes y a dos diáconos
• Los ordenados desempeñarán su tarea pastoral en Alcorcón, Arroyomolinos, Brunete, Fuenlabrada, Getafe y Leganés.
• La ceremonia, que se celebró en la Basílica del Sagrado Corazón siguió todas las medidas marcadas por Sanidad para el municipio de Getafe
Getafe 13 de octubre de 2020. El obispo D. Ginés García Beltrán presidió la ordenación de presbíteros de Daniel González, Juan Luis Luengo, Víctor Marmolejo, Mateusz Tabaka, y el asuncionista Benjamín Manzanza, el lunes 12 de octubre -fiesta de la Virgen del Pilar y 29 aniversario de la Diócesis de Getafe- en la Basílica del Sagrado Corazón, en el Cerro de los Ángeles.
En la misma celebración Alfonso Chico y Fernando Segura han sido ordenados diáconos, un ministerio que les consagra al servicio de Cristo y de su pueblo.
El prelado diocesano estuvo acompañado por el obispo auxiliar, D. José Rico Pavés; el emérito, D. Joaquín María López de Andújar; el vicario general, D. José María Avendaño; el vicario general moderado de Curia, Javier Mairata; el canciller secretario, Francisco Armenteros; los vicarios episcopales; el rector del Seminario Mayor y del Menor, más de un centenar de sacerdotes y los seminaristas que quisieron acompañar a los ordenandos en “este día de fiesta para la Iglesia”, como señaló D. Ginés al comienzo de su homilía.
García Beltrán se dirigió a los futuros sacerdotes y diáconos, y a toda la asamblea con palabras de cariño y acogida y sobre todo de agradecimiento a Dios: “que nos sigue bendiciendo con nuevas vocaciones para su gloria y el servicio de la Iglesia”.
También quiso recordar el momento especial que la sociedad está viviendo debido a la pandemia: “Para vosotros, queridos ordenandos, esta realidad es una llamada especialísima del Señor, una llamada dentro de la llamada. Seréis los sacerdotes y los diáconos que comenzáis vuestro ministerio en un mundo desconcertado y sorprendido en su propia vulnerabilidad”, añadiendo palabras de ánimo: “pero esto no puede ser una excusa, todo lo contrario, debe ser un impulso apostólico y misionero para llevar la esperanza y la alegría del Evangelio a todos”.
En cuanto a la Palabra proclamada D. Ginés señaló que “el relato de la vocación del profeta Jeremías nos recuerda siempre el misterio de la vocación. Nos habla del proyecto eterno de Dios sobre cada uno de nosotros y la grandeza de la misión a la que somos llamados (…). La misión consiste en arrancar del corazón humano y del corazón del mundo todo aquello que va contra el proyecto de salvación de Dios, acabar con el odio, con la injusticia, con la división y el individualismo, demoler el edificio de un mundo construido sobre el mal y el pecado, y hacerlo con el bien, con el amor de Dios que hace caer el muro del odio que nos separa”.
En referencia a la lectura de San Pablo, el obispo subrayó que “el sacerdocio ministerial como el diaconado es pura gracia. Es un don precioso que recogemos en la vasija de barro que es nuestra vida. No hemos sido escogidos por ser los mejores sino por la misericordia de Dios” y continuó “después de la llamada a ejercer el ministerio de la Palabra, la celebración de los misterios de Cristo y la oración por el pueblo, el Obispo pregunta: “¿Queréis uniros cada día más a Cristo, sumo sacerdote, que por nosotros se ofreció al Padre como víctima santa, y con él consagraros a Dios, para la salvación de los hombres?
En estas palabras está contenida la esencia más profunda de nuestro sacerdocio, queridos hijos. Solo la unión, cada día mayor, con Cristo puede dar consistencia y sentido a nuestro sacerdocio, al don que hoy recibís. No hay nada más importante, y, por tanto, nada que se le pueda anteponer que la unión con Cristo”.
García Beltrán quiso recordar a los ordenandos su llamada a la entrega total siguiendo a Cristo: “nuestro sacerdocio es configuración con Cristo, es perdernos en su Corazón, dejarlo que reine en mí y por mi vida que reine en los demás. Configurarnos con Cristo es tener sus mismos sentimientos y realizar en mí el don de su entrega. Él se entregó como víctima santa para la salvación de los hombres. ¿Qué debemos hacer nosotros? Pues con Él y por Él entregarnos también nosotros como víctimas por la salvación de los hombres, sin cálculos ni medida, con confianza y abandono”.
En cuanto al Evangelio de San Juan, el obispo quiso remarcar que Cristo tiene corazón de pastor: “el pastor conoce a las ovejas. Conocer a las ovejas que el Señor os encomienda es tarea principal de vuestro ministerio; y conocer no es solo saber quiénes son, sino conocerlas interiormente para guiarlas, para alimentarlas con buenos pastos, para corregirlas. El pastor pastorea con fortaleza y suavidad, con delicadeza y dedicación” invitándoles a buscar a la oveja perdida “nuestro corazón ha de abarcar a todos” y sobre todo a tener en su corazón “un lugar privilegiado para los pobres”.
“La Iglesia no tiene soluciones generales que proponer, pero ofrece, con la gracia de Cristo, su testimonio y sus gestos de compartir. También se siente en la obligación de presentar las exigencias de los que no tienen lo necesario para vivir” subrayó D. Ginés.
Después de la homilía la celebración continuó con los ritos de ordenación: promesa de los elegidos, letanías de los santos, la imposición de manos y la plegaria, la unción de las manos, la entrega del pan y del vino, y la liturgia eucarística.
Al final de la ceremonia, antes de hacer la invocación a la Virgen e impartir la bendición, D. Ginés felicitó a los cinco nuevos presbíteros y a los dos diáconos “que el Señor os bendiga y deis frutos abundantes”.
Y también a sus familiares y a “los hermanos obispos”, sobre todo a D. Joaquín, el obispo emérito “tú sembraste y otros cosechamos”.
Felicitó “al presbiterio que se ve enriquecido con esta sabía nueva motivo de esperanza para nosotros; al seminario, al rector, a los formadores y directores espirituales, a los de ahora y los de antes”.
El obispo tuvo unas palabras también de agradecimiento a la labor y esfuerzo del coro diocesano y de su director Javier Ávila “por ayudarnos esta tarde a rezar”.
Y además: “a los religiosos agustinos asuncionistas que han visto enriquecida su congregación con la ordenación de Benjamín y por su colaboración en Leganés, en la Parroquia Santa Teresita de Jesús.
Y a todos vosotros los que estáis aquí y nos seguís a través de los medios de comunicación y a los que habéis hecho posible esta celebración” subrayó el prelado.
García Beltrán continuó informando de los destinos de los nuevos ordenados.
“Tenemos que alegrarnos porque estos nuevos sacerdotes y diáconos van a ir a sembrar el Evangelio. El padre Benjamín, va a ir de vicario parroquial a Santa Teresita del Niño Jesús, en Leganés, que administran los padres asuncionistas.
Mateo será vicario parroquial en la Parroquia San Sebastián, en Getafe; Víctor, será el vicario de Nuestra Señora de Zarzaquemada; Juan Luis está destinado en Brunete y Daniel en San Esteban Protomártir de Fuenlabrada.
El diácono Alfonso colaborará en la Parroquia Santa María la Blanca en Alcorcón y Fernando en Arroyomolinos” continuó el obispo.
D. Ginés concluyó con palabras de ánimo para los seminaristas presentes “a seguir poniendo ahínco en ratificar la vocación a la que habéis sido llamados” y felicitando a toda la Diócesis de Getafe “porque una ordenación es un motivo de esperanza y alegría y para dar gracias a Dios”.
La ceremonia se celebró siguiendo en todo momento las restricciones de aforo marcadas por Sanidad para los templos del municipio de Getafe, así como respetando la distancia de seguridad y el uso obligatorio de mascarillas y de gel desinfectante.
LOS NUEVOS SACERDOTES
Daniel González, diácono de 27 años y natural de Alcorcón, fue madurando su fe y su llamada en la Parroquia La Inmaculada de esta localidad, acompañado de amigos y sacerdotes y del grupo de Renovación Carismática.
Entró en el Seminario en 2011 y, después de formarse en Teología, decidió estudiar un máster en Ciencias del Matrimonio y la Familia en el Instituto Teológico Juan Pablo II de Madrid.
“Mi ordenación es la constatación de que Dios es fiel, cumple sus promesas y que su misericordia es muy grande, por elegirme, llamarme y quererme como sacerdote”, explica. Está destinado en la Parroquia San Esteban Protomártir (Fuenlabrada).
Juan Luis Luengo nació el 5 de abril de 1992 en Talavera de la Reina (Toledo), aunque sus orígenes están en Castilblanco (Badajoz) y siempre ha vivido en Carrascalejo (Cáceres).
Se encontró por primera vez con el Señor en el Colegio-Seminario de Rozas de Puerto Real (Madrid) y, al terminar 2º de Bachillerato, empezó a estudiar Ingeniería Informática en la Universidad de Extremadura (Cáceres).
Durante los años que pasó en la universidad entre 2010 y 2013, su relación con Jesucristo y con la Iglesia se fue consolidando hasta que ingresó en el Seminario.
Su llamada definitiva surgió de una corta experiencia en el Seminario Mayor. Para él, “el sacerdocio es el comienzo de una nueva etapa muy marcada por el sacramento; supone una nueva forma de ser y estar en medio del pueblo de Dios, como servidor suyo, acercando la misericordia y la bondad de Dios a todos los hombres, especialmente a los más heridos en el cuerpo o en el espíritu, y buscando siempre la gloria de Dios”.
Víctor Marmolejo nació en Colombia hace 44 años pero lleva la mitad de su vida en España. Su deseo hasta que se encontró con el Señor era ser publicista, pero se trastocaron sus planes profesionales y ahora “dará publicidad” a la Buena Noticia del Evangelio como sacerdote al servicio del Reino. Está muy contento de haber elegido este camino: “Mi mayor ilusión es poder compartir lo más grande y bello que tenemos, nuestro amor por Aquél que por nosotros se entregó en la Cruz y que podemos recibir en la Eucaristía: Jesucristo, el Señor”.
Mateusz Tabaka ha llegado a la Diócesis de Getafe desde las lejanas tierras de Lancut (Polonia). Nacido en 1986, fue madurando su fe en la Parroquia Dulce Nombre de la Bienaventurada Virgen María en Czarna, donde a la edad de 14 años sintió que Dios le llamaba al sacerdocio.
Después de una serie de vicisitudes en su país de origen, el Señor le llamó a continuar su camino sacerdotal en la comunidad religiosa de los Hermanos del Amor Misericordioso, en Getafe. Con ellos, el 12 de octubre de 2017 se ordenó diácono. Más tarde se dio cuenta de que su vocación no era religiosa, sino diocesana. Desde 2018 ejerce su ministerio diaconal en la Parroquia San Esteban Protomártir (Fuenlabrada).
Este paso al sacerdocio supone para él una entrega más profunda y asemejarse más a Cristo. “Nosotros estamos llamados a perder la vida para que la Iglesia pueda tener vida en plenitud”, subraya este futuro presbítero.
A estos cuatro diáconos se une el religioso asuncionista Benjamín Manzanza, nacido en 1985 en Kenge (República Democrática del Congo) y que actualmente desempeña su labor pastoral en la Parroquia Santa Teresa del Niño Jesús (Leganés). Gracias a los grupos de Acción Católica llegó a comprender la vocación a la que estaba llamado y ofrecerse a su servicio. “Ser ordenado el día de la fiesta de la Virgen del Pilar es una manifestación de su presencia en mi vida. Pienso que su intercesión ante su Hijo me ayudará a la llevar a cabo la misión que la Iglesia me encomienda”, dice.
Diáconos al servicio de Cristo y de su Iglesia
En la misma ceremonia, Alfonso Chico y Fernando Segura serán ordenados como diáconos, un ministerio que les consagra al servicio de Cristo y de su pueblo.
Alfonso Chico, de 31 años y origen mexicano aunque getafense de adopción, se encontró con el Señor mientras realizaba un máster en Derechos Humanos en la Universidad Carlos III de Madrid.
A partir de ahí, su formación en el Seminario de Getafe fue consolidando su vocación hasta llegar al paso al diaconado que dará el próximo 12 de octubre.
Su ordenación diaconal supone una gran alegría: “Puedo constatar cómo Dios es fiel; además, es un gran paso, pues me consagro a Dios, que es equiparable a contraer matrimonio, es decir, un compromiso de unicidad y exclusividad del corazón para Dios”.
Para Fernando Segura, que llegó a Pozuelo de Alarcón (Madrid) a los cuatro años proveniente de su Jaén natal, el diaconado supone la culminación de un camino que se ha forjado siempre al lado del Señor, a través de una activa participación en la vida de la Iglesia.
Después de licenciarse en Administración y Dirección de Empresas y de participar en algún retiro de Emaús, decidió dar el sí definitivo al sacerdocio. Para este seminarista de 34 años, el paso que va a dar “supone una renuncia al mundo y a todo lo mundano y la entrega total al Señor”.
“El diaconado es un servicio que le presto al Señor para que haga y deshaga lo que desee”, afirma
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Paloma Fernández
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