• Cinco cardenales, cuarenta obispos, trescientos sacerdotes y una treintena de autoridades acompañan a D. José María en su ordenación Episcopal
• El obispo D. Ginés García Beltrán le acoge como “hermano y compañero” y le pide ser “hombre de esperanza y padre de los pobres, confiado en el Señor”
• El nuevo auxiliar quiere que “los pobres, indefensos y necesitados se sientan custodiados y defendidos” desde su corazón
Getafe 26 de noviembre de 2022. La Basílica del Sagrado Corazón de Jesús (Cerro de los Ángeles) acogió, en la mañana del sábado 26 de noviembre, una concurrida ceremonia de ordenación episcopal de D. José María Avendaño Perea como nuevo obispo auxiliar de la Diócesis de Getafe.
Presidió el acto el obispo de Getafe, D. Ginés García Beltrán y actuaron como co-consagrantes el nuncio de su santidad, Mons. Bernardito Aúza y el cardenal arzobispo de Madrid, D. Carlos Osoro.
Asistieron también cinco cardenales y una cuarentena de obispos y arzobispos entre los que se encontraban el emérito de Getafe, D. Joaquín María López de Andújar y el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, a quienes une una profunda amistad con D. José María.
A ellos se sumaron, entre otros, el cardenal arzobispo de Barcelona, el cardenal arzobispo emérito de Valladolid y el de Madrid, el arzobispo de Toledo y el de Valladolid, el obispo de Coria-Cáceres, el de Cuenca, de Astorga, Calahorra-La Calzada-Logroño, el Castrense, el de Burgos, el obispo de Málaga, el Prior de Ciudad Real, el obispo de Ibiza o el de Plasencia.
Como padrinos D. José María eligió al vicario general y moderador de Curia, Javier Mairata, vicario general y moderador de Curia de la Diócesis de Getafe y al que fue su formador en el Seminario de Madrid, José Luis Sáenz-Díaz de la Gándara, que le han acompañado en su ministerio sacerdotal.
Desde Asidonia Jerez se trasladó D. José Rico Pavés y desde Cádiz, D. Rafael Zornoza, que fueron obispos auxiliares de la Diócesis de Getafe y que han querido estar junto a D. José María en la ordenación.
Entre los invitados a la celebración y por expreso deseo de Avendaño se encontraban los que San Juan Pablo II llamaba ‘los heridos por la vida’: internos del Centro de salud mental San Juan de Dios y del Centro San Benito Menni de las religiosas hospitalarias, ambos de Ciempozuelos; afectados por el VIH y drogodependientes que viven en la Casa de acogida Basida, y algunas personas del albergue de transeúntes San Vicente de Paúl, ambos en Aranjuez.
De las lecturas se encargaron dos personas vinculadas a estas instituciones: el Hermano Gabriel, religioso del Centro San Juan de Dios y Visitación Adán, directora de Basida.
Acompañando a D. José María asistieron un centenar de familiares; los vicarios episcopales de la Diócesis, cerca de 300 sacerdotes, miembros de instituciones religiosas, otras iglesias cristianas y de delegaciones diocesanas; el presidente de la Comunidad de Castilla la Mancha, Emiliano García-Page; el viceconsejero de Universidades Ciencias e Innovación de la Comunidad de Madrid, Fidel Rodríguez –en una Diócesis con once campus universitarios- ; la alcaldesa de Villanueva de Alcardete –pueblo natal de D. José-, Dolores Verdúguez; la alcaldesa de Getafe, Sara Hernández; y los alcaldes de Leganés, Colmenar de Arroyo, Chinchón, Chapinería, Navas del Rey, San Martín de Valdeiglesias, Torrejón de Velasco, Villanueva de la Cañada o Villanueva de Perales entre otras autoridades civiles.
Además participaron, entre otros, el presidente de Cáritas Española, Manuel Bretón y el de Cáritas diocesana de Getafe, Enrique Carrero; el Coronel Jefe de la Base Aérea y el del Acuartelamiento Aéreo de Getafe; el Comisario de la Policía Nacional de Getafe; el Director de Instituciones Religiosas del Banco Sabadell o el Gerente de Instituciones del Banco Santander.
Acompañó la celebración musicalmente el Coro Diocesano y la Orquesta Sinfónica bajo la batuta de su director, Javier Ávila, que preparó algunas piezas especiales que estrenó para la ocasión, como ‘Tu es sacerdos’ de Aloys Desmet.
Presidió el altar una imagen de la patrona de la Diócesis de Getafe, Nuestra Señora de los Ángeles, en su talla coronada de madera policromada en blanco y azul, que los miembros de la Congregación habían trasladado el día anterior desde la Ermita hasta la Basílica.
La talla de la Virgen de los Ángeles data del siglo XVII y fue coronada pontificalmente el 19 de mayo de 2002 por el primer obispo de Getafe, D. Francisco José Pérez y Fernández Golfín.
La ceremonia, que comenzó con la procesión de entrada, estuvo marcada por los ritos llenos de simbolismo propios de una ordenación episcopal: la presentación de D. José María, la lectura del mandato apostólico por parte del canciller secretario, Francisco Armenteros, la promesa, la imposición de las manos, la plegaria de ordenación e imposición del libro de los Evangelios, la unción de la cabeza, la entrega del libro de los Evangelios, la imposición del anillo, la imposición de la mitra y la entrega del báculo pastoral.
En su homilía D. Ginés, después de saludar a todos los presentes y agradecer al santo Padre que “se haya fijado en un sacerdote del presbiterio diocesano”, señaló la relación que unía las lecturas del día con el acontecimiento que se celebraba: “el diálogo del Resucitado con Pedro es una llamada a volver siempre al primer amor. Una llamada para todos, y hoy especialmente para ti, querido José María”.
El obispo de Getafe quiso comenzar remarcando la importancia de la fe y el testimonio de sus padres, Cándido y Jorja -sierva de Dios cuya causa se abrió en el mes de julio- en el origen de la vocación sacerdotal de D. José María y la labor desempeñada en sus primeros años de sacerdocio en Leganés: “volver al primer amor es volver a la ilusión del encuentro con la verdad revelada por Dios, y que la Iglesia custodia y transmite como el tesoro que es, y es volver, al mismo tiempo, a la vida que descubriste en Leganés, entre la gente, en medio de los más pobres, de los descartados”.
Ese encuentro con el Amor, continuó D. Ginés, es el que define la misión de un obispo: “apacentar, pastorear. Ser pastor al estilo del Buen Pastor. Alimentar al pueblo con la Palabra, después de haber bebido tú mismo de esta fuente. Anuncia con fidelidad el Evangelio, dirigir a los hombres a la fe” teniendo en cuenta que “no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (2 Cor 5,5) y que “El Episcopado es un servicio” y un obispo está llamado a dar testimonio con su propia vida “ser testigos con el ejemplo del tesoro que llevamos, aunque nuestras vasijas sean de barro”.
“La misión del Obispo toma cuerpo en la celebración de los misterios de Cristo. En cada uno de los sacramentos, y especialmente en la Eucaristía” subrayó añadiendo “y no es menos misión el cuidado cercano y entregado del pueblo que se nos ha encomendado. Cuidar significa acompañar, acoger, escuchar, curar, y para esto hemos de estar, permanecer con nuestro pueblo, ser presencia real y significativa, porque nuestra presencia de pastores recuerda que Dios no nos abandona. El Obispo protege a su pueblo siendo promotor de comunión y adelantado en el testimonio de la caridad”.
D. Ginés no quiso terminar su homilía sin pedirle a su nuevo “hermano y compañero” que sea un obispo que busque la unidad “un obispo es un artesano de la unidad”; que congregue a los alejados y a los que son diferentes; que vele con amor por su grey y que busque la cercanía con Dios, entre los obispos, con el Papa y con su pueblo, subrayando la necesidad de ser “un hombre de esperanza en medio de la ciudades donde en muchos hombres y mujeres está instalado un espíritu de abatimiento; (…) de curar los corazones desgarrados, para transformar en fiesta el duelo y de ser padre de los pobres”, favoreciendo la fantasía de la caridad y haciendo realidad su lema episcopal ‘Caritas et humilitas. “Juntos seguiremos el camino de la Evangelización” le dijo García Beltrán.
Después de la Comunión, el ordenado recibió la mitra y el báculo y, acompañado por dos de los Obispos ordenantes, el obispo emérito de la Diócesis de Getafe, D. Joaquín María López de Andújar y el arzobispo de Toledo, D. Francisco Cerro recorrió la Basílica bendiciendo a todos los fieles presentes, que le prodigaron varios aplausos.
Al finalizar la celebración el nuevo obispo auxiliar también quiso dirigir unas palabras de agradecimiento a D. Ginés, a sus hermanos en el episcopado, autoridades, sacerdotes, religiosos y laicos, cargadas de emoción y en las que también pidió la intercesión de la patrona de la Diócesis, del Sagrado Corazón y de los santos para su nueva tarea que la Iglesia le encomienda.
Además, quiso comenzar su ministerio episcopal pidiendo a Dios que le concediera “audacia de profeta, fortaleza de testigo, clarividencia de maestro, seguridad de guía, mansedumbre de padre, y siempre sencillez, caridad y humildad para poder llevar a cabo esta hermosa labor. Con el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo (EG 268), nos exhorta el Papa Francisco”.
“Que los pobres, indefensos y necesitados se sientan custodiados y defendidos desde mi corazón” subrayó el nuevo prelado auxiliar añadiendo un especial recuerdo para su familia y sobre todo para sus padres Cándido y la sierva de Dios, Jorja Perea, que “han hecho posible el tejido y la urdimbre de la fe en el fragor de la vida”.
Tampoco quiso olvidarse de todos aquellos que habían preparado la celebración a quienes agradeció desde el corazón todo su esfuerzo: “gracias a todos los que habéis colaborado y estáis colaborando con generosidad en la preparación de la celebración de mi ordenación episcopal para que todo esté con calidez de hogar”.
La celebración terminó con otro largo y caluroso aplauso de acogida y de bienvenida de los cientos de asistentes hacia su nuevo obispo auxiliar, D. José María Avendaño Perea, y el canto a la Virgen María.