Queridos amigos, en el penúltimo domingo de octubre celebramos todos los años el Domund, iniciativa que vio la luz en 1926, a instancias del papa Pío XI. Esta jornada, de mucha solera, especialmente en sus actividades dedicadas a los niños, nos hace poner nuestra mente y corazón en tantos misioneros esparcidos por el mundo. Como reza el lema del Domund de este año, ellos son “Misioneros de la Misericordia”. Así desea el Papa Francisco que seamos todos los bautizados, especialmente a partir de 8 del diciembre, cuando dé inicio el Año de la Misericordia. Las lecturas de hoy nos hablan muy claramente del primer misionero, mejor dicho, del origen de toda misión, es decir, Jesucristo. La primera lectura pertenece al libro del Profeta Isaías, en sus célebres cuatro pasajes dedicados al Siervo de Yahvé, escritos en el siglo VI a.C.. Este misterioso personaje está sometido a una terrible violencia que le “tritura”. Pero su sufrimiento no será inútil. Será una expiación ante Dios en beneficio de muchos. El fruto será abundante: “Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos”.
A este Siervo misericordioso que muere por su pueblo, le daremos rendidas alabanzas con el Salmo responsorial. Este Salmo 32 está compuesto por 22 estrofas, como 22 letras tiene el alfabeto hebreo. Es una forma de decir que el plan de salvación de Dios es perfecto, “de la A a la Z”. Diremos con él que “que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales”. En esa palabra reconocemos al Verbo hecho carne, con quien Dios ha expresado la fuerza de su misericordia. “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”.
Continuamos la lectura de la carta a los Hebreos. Hoy se nos presenta a Jesús, tomando la simbología del Sumo Sacerdote de los judíos. Éste debía ser un hombre consagrado, separado de todo lo profano, que hacía de mediador entre el Dios inalcanzable y el pueblo impuro. Para los cristianos, Dios se ha hecho hombre en Cristo. El inaccesible se ha hecho cercano, uno de los nuestros. “No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades”. Él ha “atravesado el cielo” para nosotros, abriéndonos un camino directo. Acerquémonos a él con confianza.
El Evangelio de hoy nos relata en diálogo entre Jesús y los hijos del Zebedeo, Juan y Santiago. Éstos querían sentarse en la gloria, uno a la derecha de Jesús y otro a su izquierda. Jesús aprovecha la ocasión para hablar del cáliz que ha de beber, y que beberán todos aquellos que le sigan, corriendo su misma suerte. Pero tal vez lo más importante sea la lección que el Maestro imparte más adelante al conjunto de los Apóstoles: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”.
Queridos amigos, en este día del Domund, la palabra de Dios nos habla de Jesús, de su misión y del plan de salvación que el Padre ha obrado por su medio. Cristo nos ha liberado a todos de la muerte y del pecado, y lo ha hecho haciéndose esclavo, servidor humilde, hombre de dolores. Él ha dado su vida por nosotros. Y esto mismo es lo que debe hacer cada misionero, es decir, cada bautizado consciente de su misión y de su vocación, tú y yo. Dar la vida hasta el final, mostrando la liberación de Dios a un mundo que lo necesita más que nunca. “El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Que todos lo sepan, que todos acojan esta palabra salvadora, que todos conozcan la misericordia. ¡Feliz domingo!