Queridos amigos, ha llegado el Adviento. Preparemos los caminos al Señor. El Adviento es tiempo de memoria, pues recordaremos el 25 de diciembre la venida en carne del Señor. Pero el Adviento es, sobre todo, tiempo de esperanza, pues aguardamos con confianza la venida definitiva de Cristo al final de los tiempos. Es llamada a la conversión, a estar vigilantes, ligeros y preparados, pues el Señor llega sin tardar.
La primera lectura vendrá tomada del libro de Jeremías. En ella escucharemos un oráculo, es decir, una serie de afirmaciones que el profeta pone en boca del mismo Dios. En esta ocasión, se promete la llegada de un rey, descendiente de David, “que hará justicia y derecho en la tierra”. Jeremías lo anuncia en tiempos de la invasión de Babilonia, cuando la ciudad de Jerusalén quedó devastada y los reyes apresados y deportados. Aún con todo en contra, se anuncia sin vacilación que la promesa hecha por Dios se cumplirá, “y en Jerusalén vivirán tranquilos”.
El Salmo 24 bien podría considerarse un salmo penitencial. Nos metemos en la piel de un hombre que se sabe pecador, y clama al Señor en su angustia: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas”. La clave de la conversión es ponerse frente a Dios y caminar hacia él, sin desviarse a izquierda o derecha. “El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores”. Con este salmo, pediremos a Dios emprender con ánimo el camino del Adviento, en el que daremos la espalda a los ídolos y nos volveremos hacia el Señor.
San Pablo anduvo por Tesalónica en torno al año 50 d. C., y dedicó dos cartas a los cristianos de aquella ciudad. Sabemos que los tesalonicenses habían aceptado la fe con alegría y en ella perseveraban. Las palabras de Pablo que escucharemos hoy, invitan a llegar hasta el final en dos sentidos. En el primero, en llegar a lo más alto en la vida cristiana, es decir, en el amor: “Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos”. Y, en segundo lugar, llegar hasta el final quiere decir perseverar hasta la vuelta del Señor, cuando “vuelva acompañado de todos sus santos”.
Del Evangelio según san Lucas es el fragmento que escucharemos hoy. Es un texto muy relacionado con el que se proclamó hace dos domingos. De nuevo se anunciará que “habrá signos en el sol y la luna y las estrellas” y “ los astros se tambalearán”. El mensaje de que todo es pasajero queda claro. Todo tiene un fin. Todo el universo es contingente y tiene una consistencia pasajera. Pero los cristianos no tienen miedo. Saben que cuando llegue el final, Cristo vendrá. “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”.
Queridos amigos, ante su venida, el Señor nos habla con toda claridad de las actitudes que debemos cultivar en nosotros: “Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre”. Hermosa expresión ésta última. Mantenerse en pie ante el Hijo del hombre. Quien se mantiene en pie es porque no tiene miedo, es porque no tiene de qué avergonzarse. Él esperaba la llegada del Señor con amor ferviente y le recibe con los brazos abiertos. Pronto vendrá el Señor. Ojalá encuentre en nosotros un: “te estábamos esperando”. ¡Feliz domingo!