¡Hola familia querida!, comenzamos con nuestro encuentro semanal de: “Diálogos de fe con san Juan Pablo II”, y luego de haber recordado a grandes rasgos su vida, vamos a comenzar a entresacar de su extenso y luminoso magisterio estos diálogos imaginarios, pero literales en sus expresiones, y podríamos preguntarle qué significan para él estos diálogos en la fe, le escuchamos:
“Siento una profunda alegría y una gran emoción, porque en cierta manera vuelvo ahora para seguir cumpliendo la misión, que el Señor me ha encomendado, de evangelizar y ser Maestro de la fe, ejerciendo a la vez, como sucesor de Pedro, el ministerio de confirmar a mis hermanos. Pido a Cristo Jesús que durante estos programas que tendré el gozo de compartir con vosotros, la semilla del Evangelio penetre más profundamente en todos los ambientes de esta noble y fecunda tierra.
El Señor dijo al príncipe de los apóstoles: “Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno, no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). De nuevo aparece aquí el fundamento, la piedra viva. Ciertamente, si me manifestáis tanto afecto, no es tanto por mi persona, cuanto por nuestro Señor que, en sus divinos designios me eligió como pastor universal.
El mismo san Pedro escuchó estas palabras del Señor: “Simón, Simón mira que Satanás os busca para cribaros como el trigo, pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos” (Lc 22, 31-32). A impulsos de este mandato de Jesús he querido ser siempre maestro de la fe, para reforzar vuestra fidelidad a la doctrina de Jesús, orando y meditando juntos la palabra de Dios.
Vengo a anunciaros el mensaje del Evangelio, el mismo mensaje que prediqué en estas tierras durante tantos años. Ruego al Altísimo que estos momentos que vamos a vivir unidos en la fe y en la caridad, produzcan abundantes frutos de reconciliación cristiana, de paz, solidaridad y compromiso eclesial y social.
Frutos de renovación espiritual, de fidelidad a la Iglesia, de servicio a los hermanos. Ya desde ahora os exhorto, a reavivar en vosotros “la fe que actúa por la caridad” (Gal. 5, 6), para que de este modo deis testimonio de vuestra condición de cristianos en todos los momentos de vuestra vida.
Os invito pues a orar conmigo para que todos sepáis acometer, con decisión y sin temor, los grandes desafíos de la hora presente. En modo particular pido a los enfermos, a los pobres y a todos los que sufren, que recen a Dios por las intenciones de la Iglesia. Como predilectos del Señor, vosotros estáis siempre presentes en mi afecto y en mi corazón.
Hasta aquí sus palabras que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo y nos encontramos la semana que viene para dialogar en la fe contigo: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!
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